La Jornada 22 de abril de 1996

Supuesto pollero defraudó a seis desempleados de Neza con $30 mil

El sueño americano terminó en 48 horas. Seis mexicanos que pagaron 5 mil pesos cada uno despertaron cuando apenas cruzaron la frontera de ``su Nezahualcóyotl'', al ser abandonados por un supuesto pollero en pleno Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.

Era toda una ilusión: casa, alimentos y 300 dólares libres a la semana, durante seis meses. Fue el opio que se les vendió a seis mexiquenses desempleados.


Polleros en Ciudad Nazahualcóyotl, donde para algunos
comienza la odisea de internarse a Estados Unidos.
Foto: Frida Hartz

El jueves por la tarde, Santiago Martínez, quien dijo ser policía fiscal de la Secretaría de Hacienda y destacamentado en Nuevo Laredo, Tamaulipas, platicó con Vicente. Le dijo que un agente del Servicio de Inmigración y Naturalización (SIN) en Estados Unidos los colocaría en tres restaurantes de Houston, Texas.

Vicente se entusiasmó y fue a ver a varios de sus conocidos, la mayoría de ellos desempleados desde hace varios meses. Les comentó la oferta de trabajo y que el enganchador no les cobraría un solo centavo por llevarlos, pero que necesitaban 5 mil pesos cada uno para cubrir los gastos del viaje.

La propuesta se realizó en Ciudad Nezahualcóyotl en un puesto de barbacoa, donde Vicente trabaja los domingos, al igual que su esposa. Ambos son originarios de Capulhuac, estado de México.

La mayoría de los futuros migrantes provenían de ese municipio mexiquense y de Santiago Tianguistenco.

Vicente y su esposa no desconfiaron del presunto policía fiscal, porque, según ellos, ``cada mes o a veces antes, comía en el puesto'', el cual se localiza en la colonia Agua Azul, Nezahualcóyotl.

En tres años, Santiago Martínez nunca les había hecho una propuesta. Vicente y Dolores recuerdan: ``Decía que había pasado a Estados Unidos a muchos mexicanos, todos con contrato, pero tampoco nos atrevimos a decirle nada''.

Martínez les dijo que, por su trabajo, podía pasar a Estados Unidos a tres mexicanos sin documentos, y la idea era que dos de sus compañeros lo apoyaran para trasladarlos a Houston.

El viernes prepararon el viaje. Algunos empeñaron aparatos electrónicos o pidieron dinero prestado, cambiaron algunos dólares e iniciaron la despedida de sus familiares.

Como la salida estaba acordada para el domingo 21 de abril en las inmediaciones del puesto de barbacoa --entre las 7:00 y 7:30 horas--, para llegar a tiempo Juan, Dolores, Jorge y Ricardo se quedarían en la casa de Vicente, localizada en la colonia Valle Gómez, cerca del estacionamiento del Metro del mismo nombre.

El sábado todo fue prisas para ellos, llanto para sus familiares y peticiones de algunos parientes para que no hicieran el viaje, ante la situación que viven los migrantes en aquella nación.

Francisco fue acompañado por su esposa y sus cuatro hijos a la terminal de autobuses en Santiago Tianguistenco; ahí se encontraría con Vicente y partiría a la ciudad de México.

En la casa de la colonia Valle Gómez fue una larga noche, nadie pareció dormir a gusto. Francisco se quedó en un sillón desvencijado; Juan y Jorge en una cama, que a punto estuvo de sucumbir ante su peso. Ricardo y Dolores se acostaron en una colchoneta vieja, a ras de suelo.

Para la cena sólo hubo té de canela y 30 piezas de pan.

A las seis de la mañana algunos se persignaron, se brindaron mutuo apoyo, se dijeron que serían como una familia y que si alguno se regresaba, todos lo harían.

Salieron hacia Río Consulado y abordo de dos taxis se dirigieron a Ciudad Nezahualcóyotl; el enganchador ya había llegado.

Martínez los apresuró a desayunar en el puesto de barbacoa y les advirtió que no comieran mucho, pues se podrían marear en el vuelo.

``Hay que salir en el vuelo de las 9:40, son ya las 8:00 y todavía estamos aquí, apúrense'', les dijo. Luego llamó a Vicente y le aseguró: ``Tú vas a ser mi brazo fuerte. Cuánto traen, de una vez vamos a juntarlo para que compre los boletos y nos vayamos''.

Vicente llamó a todos para que le entregaran el dinero y luego abordaron una Combi que los llevó al aeropuerto. Todos tenían la ilusión de mejorar sus casas, de enviar dinero a sus esposas, de comprar artículos gabachos para la familia, ``de aprovechar la oportunidad''.

Una vez en el aeropuerto, Santiago Martínez les dijo que esperaran en la sala de llegadas nacionales, que iba a comprar los boletos para salir en el vuelo de las 9:40; eran las 9:25 horas. La ilusión siguió y siguió hasta que a las once horas todos se dieron a la tarea de buscarlo. Martínez había desaparecido con el dinero.

Algunos con llanto en el rostro y otros con la cara roja de ira, aún recordaron que este domingo Martínez ofreció a uno de los vendedores de barbacoa una camioneta en 500 dólares. Le dijo que se la entregaría legalizada, que había sido decomisada con contrabando pero que no había problema, que el próximo domingo regresaría al puesto de barbacoa para entregarla y llevarse otro grupo de interesados en viajar a Estados Unidos. (Gustavo Castillo García).