Jean Piaget, suizo de cepa, biólogo precoz, pionero de la psicología del desarrollo, escritor incansable, pero sobre todo epistemólogo por vocación y obra, y científico por su método, nació en 1896. Rituales como somos, el centenario incita a la celebración. Habrá, desde luego, celebración ginebrina, pues en Ginebra se creó, a instancias del propio Piaget, el Centro Internacional de Epistemología Genética.
Pero la obra de Piaget pertenece al mundo. Hay buenas razones para celebrar en otros lados. También habrá celebraciones y homenajes en Buenos Aires, en Nueva York y en el San Pablo brasileño. Y habrá celebración en México, gracias a Rolando García todavía cómplice de Piaget, a los colaboradores de Rolando en el Cinvestav, que es la institución convocante, y al generoso apoyo de la UNAM, la UAM, la Universidad Autónoma del estado de Morelos y el Colmex.
No se celebrará el nacimiento de Piaget con discursos obligadamente laudatorios, sino revisando su obra y discutiéndola críticamente. La obra de Piaget pasará a examen en una serie de mesas redondas con un título que describe bien el tema: la epistemología genética y la ciencia contemporánea (22, 23 y 24 de abril, en la unidad de seminarios de la UNAM). El día 24 por la tarde se iniciará un congreso en el auditorio del palacio de Santo Domingo. El congreso, que se anuncia con el mismo título, estará abierto al público y se prolongará hasta el día 26.
Piaget sometió a prueba experimental sus hipótesis epistémicas estudiando la génesis y desarrollo de los procesos cognoscitivos en el hombre, desde los primeros meses de vida hasta la adolescencia.
Para ello llevó a cabo miles de observaciones y experimentos con niños de muy diversos orígenes. Piaget construye científicamente un sistema epistemológico, es decir, una teoría del conocimiento que, por supuesto, no es metafísica ni especulativa, pero tampoco es empirista a pesar de la validación empírica de sus tesis. Más aún, su epistemología se opone a las del empirismo o positivismo lógico del llamado Círculo de Viena, cuya influencia predomina en nuestro medio científico, sobre todo en el de las ciencias naturales y muy particularmente en el de las experimentales. El principio empirista de ``verificabilidad'' (Carnap) de las proposiciones científicas como requisito indispensable para aceptar su validez, o incluso el principio simétrico de ``refutabilidad'' propuesto por Popper reputado antiempirista son referidos a los ``hechos observables'', externos, independientes del observador, objetivos y fuente de todo conocimiento... Sobre la constitución de los ``hechos observables'' incide la crítica implícita en las tesis constructivistas piagetianas. Rolando García que escribe con la claridad que le faltaba a Piaget lo ha dicho con sencillez: los datos empíricos se vuelven ``observables'' a través de los instrumentos lógicos que ya han organizado las experiencias previas (Logic and Genetic Epistemology, en Toward a Logic of Meanings de Jean Piaget y Rolando García). Piaget demostró empíricamente que el empirismo lógico no se sostiene sobre sus proposiciones fundamentales.
Quizá haya colegas que rechacen el sanbenito de empiristas, pues ni les interesa saber qué es el empirismo lógico. Seguramente tendrán razón si dicen que no lo saben (yo sé muy poco), pero eso no quita que podamos serlo sin saberlo. El empirismo lógico universitario de nuestros días es, en buena parte, más que posición filosófica, ideología que el medio imprime, como también ocurre con multitud de valores, normas y creencias que dan estructura a nuestro pensamiento y conducta dentro y fuera del laboratorio o el cubículo. Como ya es del dominio público, los doctorados no quitan ni lo ignorante ni lo contradictorio.
En su posición, más constructiva que crítica, Piaget se separa de unos y coincide con otros, o mejor dicho, otros llegan a coincidir con él. Entre éstos, Kuhn es quizá el más conocido y celebrado en nuestro medio, plausiblemente debido a que el Fondo de Cultura Económica tradujo y editó hace 25 años su obra señera (La estructura de las revoluciones científicas), un libro ameno, bien escrito, pero sobre todo al alcance de un público amplio. Pues bien, Kuhn es piagetiano en lo fundamental. Además de señalar en la mencionada obra la influencia que ejercieron sobre él dos libros de Piaget (The Child's Conception of Causality y Les Notions de Movement et de Vitesse Chez I'Enfant), el proceso que según Kuhn da cuenta de la ``emergencia'' de una nueva teoría una revolución científica tiene una profunda y evidente raigambre piagetiana. Evidente, claro, si se lee a Piaget.
Más aún, Kuhn adopta directamente explicaciones y hasta parte del lenguaje piagetiano. Por ejemplo, el término asimilación y el concepto al que alude se repite numerosísimas veces y es fundamental en la epistomología de Piaget. Dice Kuhn: ``...la asimilación de un hecho de tipo nuevo, exige un ajuste más que aditivo de la teoría...''. Hay otros conceptos piagetianos que aparecen con Kuhn pero con otro nombre. A lo que Piaget llama ``desequilibrio'', con Kuhn aparece como ``anomalía''. Y cuando este último dice: ``...esta distinción... entre facto y teoría resulta excesivamente artificial...'' reafirma una proposición previa de Piaget.
Con la lectura de unas pocas obras que Piaget redactó solo (editadas en el francés original o en traducciones castellanas o inglesas), y las que firma con Rolando García, me queda la impresión de que, por un lado, el epistemólogo suizo escribía de manera muy enredada, lo que quizá ha prevenido a muchos de insistir en su lectura y recomendar sus obras. Por otro lado, cuando García explica, Piaget se aclara, y cuando desarrolla sus tesis, la epistemología piagetiana se afirma. Afortunadamente Jean Piaget y Rolando García se encontraron.