La reflexión intelectual es el arte de abrir surcos y de colocar la semilla, decía el poeta francés René Char. Esta expresión bien podría aplicarse a Miguel León-Portilla quien acaba de cumplir 70 años de una vida fértil en compromisos culturales y más generalmente humanísticos y cuyos frutos los mexicanos están cosechando hoy.
Cuando salió por primera vez la Visión de los vencidos en 1959, muchos lectores sorprendidos se percataron de que los indígenas precolombinos quienes habían sido hasta entonces, en el mejor de los casos, objeto de curiosidad académica, eran sujetos que veían y habían visto y, a través del aparato gráfico de rescate de la cultura náhuatl estructurado por los españoles, habían dejado un testimonio escrito de su visión de los hechos sangrientos de la Conquista así como de su propia cultura.
Al traducir y publicar para un vasto público ``el aliento y la palabra'' indígenas aunque algo trastocados después de haber paado por el embudo gráfico de la recopilación, Miguel León-Portilla se hacía portavoz de los antiguos pobladores del Anáhuac.
Para entonces circulaba ya la Filosofía náhuatl cuyo título había provocado, según lo dice el autor, no pocas carcajadas por parte de ciertas personas en cuya mente no cabía todavía el hecho de que los indígenas podían reflexionar y lo habían hecho.
En dicha obra Miguel León-Portilla inauguraba lo que iba a ser su método de acercamiento a la cultura náhuatl, un método que vinculaba la filología y la filosofía en una búsqueda sistemática de la raíz: nelhuayotl, la cual entraña como lo revela su etimología: nelliztli, ``la verdad'' oculta del mundo prehispánico.
En su exploración filológica, el autor no dudaba en desmontar el andamio gráfico que recubría el edificio cultural indígena para encontrar sus fundamentos orales y pictográficos. Apoyándose sobre micro y macrocontextos históricos o religiosos, Miguel León-Portilla surcaba los campos de la lengua náhuatl y de sus distintas modalidades expresivas en busca de un sentido. Más allá de los núcleos semánticos, consideraba las connotaciones más ínfimas que gravitan en torno a las palabras.En un mundo en el que existe una gran permeabilidad entre lo sensible somático y lo inteligible psíquico, en el que el sentir y el comprender se funden en una sola noción (mati) el tejido verbal está hecho con las fibras mismas del ser.
Vinieron después muchas obras que revelaron los aspectos más variados de la cultura náhuatl: Toltecayotl; Ritos y atavíos de los dioses; Literaturas indígenas de México, para citar tan sólo algunas.
En la búsqueda del indígena precolombino, Miguel León-Portilla evitó siempre el enfrentamiento estéril con la cultura hispánica; estuvo siempre consciente de la trágica ambigedad en la que se encuentran los que dicen hablando de los españoles: nos conquistaron! Esta lapidaria declaración de una impecable lógica sintáctica encierra sin embargo una dolorosa ambigedad semántica ... Los caminos españoles e indígenas convergieron hace cinco siglos pero la gramática no conoce el mestizaje, y el referente de ``nos'', el alma mexicana de hoy, sigue siendo una cruz donde dos caminos se atraviesan sin encontrarse.
Siguiendo a Michelet, Miguel León-Portilla concibe la historia como una ``resurreción integral'' del pasado y, como el historiador francés, vive y hace revivir para sus lectores, de manera épica, los momentos pretéritos de México. Su obra no es una lenta y fragmentaria recomposición del pasado sino una visión amplia y totalizadora.
Hace lagunas semanas, cuarenta años después de la Filosofía náhuatl, Miguel León-Portilla publicó La flecha en el blanco, otra visión de los vencidos, otro testimonio documental que narra la rebelión indígena del Miztón en 1541, y la injusta deportación de su jefe Tenamaztle a España. De arbitrariedades en injusticias, de violaciones de derechos en infamias, la reflexión histórica del autor conduce ineludiblemente al presente de México.
En la insurgencia de Chiapas sangra hoy una vieja herida que no sanará mientras no se reconozca la identidad del otro indígena. Hoy como ayer, Miguel León-Portilla lucha para que se lleve a cabo este reconocimiento, para que el humanismo cultural se imponga a los determinismos implacables de un neoliberalismo devastador, para que el pasado grandioso de México no se vea fulminado por los espejismos económicos dizque progresistas del futuro.