La Jornada Semanal, 21 de abril de 1996
Friedrich Katz (Austria, 1927) no oculta su fascinación
intelectual por la historia de México, particularmente por los
años de la Revolución: "no sólo es el
movimiento popular y campesino más grande de la historia de
Latinoamérica, sino que se trata de la única
revolución de este siglo que sigue teniendo legitimidad".
Considera como un hecho excepcional que, a la distancia de ochenta
años, diversos partidos políticos, instituciones
públicas, organizaciones sociales de todo tipo, e incluso una
fuerza rebelde al orden constituido, se presenten como herederos de la
Revolución mexicana.
A los trece años de edad y en compañía de su familia que venía huyendo del nazismo, el ahora ilustre investigador de la Universidad de Chicago llegó a México en 1940. Aquí descubrió su vocación de historiador y, aunque profesionalmente son más los años que ha pasado en el extranjero (ha enseñado en varias universidades de Europa y los Estados Unidos), sigue ligado estrechamente a nuestro país a través del estudio de su pasado, al extremo de contarse ya entre los clásicos contemporáneos de la historiografía mexicana. La editorial Era tiene ya en proceso de traducción su monumental biografía (1,200 cuartillas) sobre Francisco Villa: una obra que le llevó quince años de trabajo. El autor de La guerra secreta en México, libro fundamental para entender la Revolución mexicana, ha insistido, y en ello radica con seguridad una de sus grandes aportaciones intelectuales al estudio de nuestra realidad, en que "la historia de México no puede ser entendida si se aísla del resto del mundo".
Qué es lo que hace tan singular a la Revolución mexicana, al grado de que usted la considere la única de este siglo que sigue teniendo legitimidad?
Hay varios aspectos. Creo que a diferencia de las otras grandes revoluciones del siglo XX, las cuales fueron encabezadas en forma dominante por intelectuales y políticos profesionales, la mexicana tuvo entre sus dirigientes sobre todo a hombres surgidos de las clases populares, lo que provocó también una participación masiva, en los ejércitos rebeldes, de hombres y mujeres del pueblo. Por otra parte, tuvo la virtud de no concebirse a sí misma como una revolución de exportación, a diferencia, por ejemplo, de la soviética, la china o la cubana. Fue, pues, una revolución más modesta pero más perdurable.
Otro fenómeno único es el que ocurre en México luego del triunfo de la Revolución, sobre todo durante el cardenismo: se da una trasformación social prácticamente sin derramamiento de sangre. (No debe olvidarse que la Cristiada fue un movimiento rebelde de una buena parte de los católicos: fueron ellos los que militarmente rompieron las hostilidades contra el gobierno y no al revés.) Para comprobar lo anterior, bastaría comparar el caso mexicano con el de Rusia y China. Hay una primera etapa, cuando la Revolución triunfa y toma el poder, y una segunda, el momento en que, desde arriba, Stalin y Mao tratan de crear nuevas condiciones en sus países, cosa que hicieron, pero con un terrible derramamiento de sangre y un costo social pavoroso: la colectivización que provocó hambrunas, el terror de 1938 en la URSS; los horrores de la Revolución Cultural en China. México representa el caso excepcional en el que, una vez superada la fase armada, la etapa de transformación social (particularmente durante el cardenismo) se da en forma pacífica (la rebelión de Cedillo, que no pasó de ser un caso menor, no fue causada por Cárdenas) y con la aprobación, si no de la mayoría, sí de una gran parte de la población. Por ello creo que no se puede concebir la legitimidad de la Revolución mexicana sin el cardenismo.
A qué se refiere específicamente cuando dice usted que la Revolución mexicana es el movimiento social popular más grande en la historia de Latinoamérica?
No conozco ninguna otra revolución donde haya habido una participación tan amplia, principalmente de hombres y mujeres de los estratos populares. Nada más la División del Norte, que sólo era un ejército regional y operaba sobre todo en Chihuahua, llegó a reunir un ejército de 50 mil hombres, todos voluntarios. Algo único. Conviene recordar que en Cuba, hasta la caída de Santa Clara, Fidel Castro tenía sólo 300 hombres. Por otro lado, en cuanto a reformismo y cambios sociales, muy pocos países de América Latina pueden compararse con el México de la época de Cárdenas.
En términos generales, la Revolución mexicana retrasó o aceleró el desarrollo del país?
Es una pregunta muy amplia. Creo que lo aceleró y que el saldo, a pesar de tantos descalabros y de un indudable costo social, fue y sigue siendo favorable para México en muchos aspectos, entre ellos el cultural, como lo ha observado Octavio Paz, pero también en el campo económico, en el social y en otros. De 1910 a 1940 se da en el país algo que no ocurre en el resto de América Latina: la eliminación de los latifundistas como fuerza económica mayor. Entonces muchos de los grandes hacendados se volvieron comerciantes, industriales, banqueros... Y ello tuvo sus beneficios. Si se mira la historia del continente, al Sur de México, podrá advertirse que la clase más conservadora, la más autoritaria y represiva, ha sido la de los grandes terratenientes, y no la de los industriales y comerciantes, quienes por lo general han sido más flexibles.
Otro renglón importantísimo en el saldo favorable de la Revolución mexicana es que en México no hubo, a diferencia del resto de América Latina, una dictadura militar, una de las formas de gobierno más terribles. Los beneficios tangibles que esto ha traído para México pueden ser vistos hasta entre mis colegas, si comparamos su suerte con la de los historiadores argentinos, chilenos, uruguayos, brasileños, guatemaltecos, la mayoría de los cuales ha tenido que vivir algún tiempo en el exilio. Esto no ha ocurrido en México. Hubo, claro, algunos que tuvieron que salir a raíz de los sucesos de 1968, pero fue un caso excepcional y nadie puede hablar de una generación de exiliados.
A propósito de costos sociales y las posibles formas de habérselos ahorrado a un país como el nuestro, le propongo que juguemos a la novela histórica: qué hubiera sucedido si en el noveno día de la Decena Trágica, el presidente Madero le cree a su hermano Gustavo cuando éste, pistola en mano, le presenta a Victoriano Huerta como un traidor?
Aunque mi fuerte no es la ficción, no rehuyo la invitación literaria. Mi novela histórica coincidiría en parte con la de otros: Madero nombra a Felipe Ángeles comandante militar de la ciudad de México; somete a los conjurados; no resuelve el problema agrario pero, asesorado por Luis Cabrera, Molina Enríquez y otros, lo aminora haciendo algunas concesiones; termina su periodo de gobierno y entrega democrática y pacíficamente el poder a su sucesor, etcétera, y México se ahorra las calamidades de la lucha armada posterior al maderismo. Todo ello hubiera tenido un grado considerable de probabilidad, tanto porque Madero, a pesar del odio y la abierta hostilidad de las élites porfiristas, seguía manteniendo un gran respaldo popular, como por el factor internacional. La llegada de Woodrow Wilson a la presidencia de los Estados Unidos hubiera sido mucho más ventajosa para Madero que lo que había sido su relación con el presidente Taft y sobre todo con su siniestro embajador, Henry Lane Wilson. Y luego a los sucesores de Madero y a un México pacificado, la primera guerra mundial les hubiera ofrecido una situación económica más favorable.
Sin embargo, no hay que olvidar que el valor de la novela histórica radica en lo que tiene de novela y no en lo que pueda de tener de historia. La verdad es que era difícil que Madero y la revolución maderista se mantuvieran con el viejo ejército porfirista vivo y sin llevar adelante las reformas sociales que muchos de sus seguidores (Zapata y Villa entre los principales) le exigían. Es casi una ley histórica que ninguna revolución tenga éxito si el antiguo ejército se mantiene en el poder. Madero no entendió algo que su antecesor siempre vio claramente. Porfirio Díaz nunca se confió en un solo grupo: tenía al ejército federal, al que debilitó de distintas maneras, sobre todo dividiendo a los generales, y luego creó a los rurales como contrapeso al ejército regular. El mayor error de Madero fue disolver por entero a las fuerzas militares revolucionarias, y en este sentido puede decirse que no fue tan buen estadista.
Y luego hay otro factor más complejo. Madero, quien sólo se había propuesto transformar la estructura política y conservar el statu quo económico y social, se vio atrapado en una contradicción de la cual lo terminó salvando la muerte por decirlo de alguna manera. Por un lado, como digo, estaban las exigencias agraristas de muchos de sus aliados, principalmente de los zapatistas, y por el otro la incomprensión, el recelo y la abierta hostilidad de las élites del antiguo régimen, de las cuales paradójicamente él formaba parte. Madero, como los porfiristas, estaba convencido de que la hacienda era la institución económica más eficaz y de que, por lo tanto, había que mantenerla, aunque con algunas pequeñas reformas de carácter social como las que él había ensayado, con buenos resultados, en sus latifundios. En su opinión, como en la de muchos otros y aquí incluyo a Carranza, Obregón y Calles, una reforma agraria radical hubiera sido un desastre económico para México. Y, no obstante esto, la clase hacendada vio en él a un espíritu subversivo: existen cartas de hacendados en las que se dice que Madero era un instrumento del diablo.
Por otra parte, Madero mismo no previó el alcance que el maderismo iba a tener en la transformación de la mentalidad popular de México. Comienza a desaparecer la actitud humilde del campesino que se quita el sombrero cuando llega el hacendado, y que se conforma con el sueldo que tengan a bien darle. Desde entonces y en las etapas sucesivas, la Revolución libera una serie extraordinaria de energías que se traducen socialmente en una verdadera revolución de las mentalidades.
Para concluir la respuesta, es muy difícil saber lo que habría sucedido en México si Madero no hubiera muerto.
A qué se debe su interés personal por los perdedores, por los revolucionarios vencidos, y particularmente por una figura tan difícil y contradictoria como Francisco Villa?
Por lo general, la historia de los vencidos suele ser más atractiva, desde muchos puntos de vista, que la de los vencedores. En mi caso particular, sin embargo, siempre me han interesado los movimientos populares, y el villismo es sin duda uno de los más singulares. Más todavía que Zapata, Villa representa un caso único: alguien que proviene directamente de las clases más humildes y se vuelve un dirigente de primera y un fenómeno militar: alguien que estando en cargos importantes de poder no amasa grandes fortunas; un revolucionario que no es anticlerical; una personalidad capaz de atraer por igual a la gente del pueblo que a los intelectuales; alguien que en la derrota no busca asilo en el extranjero, aunque el presidente norteamericano se lo ofreció, para vivir holgadamente con varias esposas (Villa nada tiene que ver con el vulgar dictador latinoamericano en desgracia); alguien del que corren las más diversas leyendas (favorables y desfavorables a su persona); alguien que mantiene una revolución en la frontera con los Estados Unidos, país con el que establece una relación muy extraña, pero viendo siempre, aun en sus errores, por el interés de su patria.
Aquí conviene detenerse un poco. Los Estados Unidos siempre procuraban un movimiento revolucionario que no sólo no les fuera hostil, sino que incluso protegiera sus intereses, y durante un tiempo Villa pareció ser ese tipo de revolucionario, y ello no obstante su fama de bandido, pues al fin y al cabo la idea que prevalecía entre los norteamericanos era la de un México de bandidos. Lo que buscaban simplemente era un hombre fuerte que les garantizara la salvaguarda de sus intereses y la vida de sus compatriotas (no de otro modo habían visto a Porfirio Díaz). Villa rompe con ellos en el momento en que cree que lo han traicionado y que pretenden establecer una relación indigna para México.
Pero, además de todo lo anterior, está el misterio. De todos los movimientos revolucionarios, el villismo es el demás difícil clasificación. En marzo de 1913,Villa sólo contaba con ocho hombres, nueve caballos, cuatro kilos de café y diez de azúcar. A fines de ese mismo año, sin hacer leva, lo siguen 5,000 hombres armados, la mayoría de ellos de a caballo. Qué ocurrió en ese lapso de nueve meses? Éste es sólo un ejemplo del misterio Francisco Villa.
Encuentra alguna semejanza entre el momento actual de México y el que se vivió previamente a la Revolución de 1910?
Sinceramente, no. Son momentos muy distintos. Es verdad, ahora México atraviesa por una severa crisis económica, pero ésta no constituye por sí misma una situación revolucionaria; por lo demás, en el último año del porfirismo había una crisis política, pero no económica. A diferencia de lo que sucedió con Madero y el partido Antirreeleccionista, en la actualidad ninguno de los partidos políticos está a favor de la lucha armada ni tampoco presenta un proyecto alternativo, convincente, para la instauración de un nuevo orden. Es imposible imaginar al gobierno de Porfirio Díaz en prolongadas negociaciones de paz con un grupo de indígenas que hubiera tomado las armas. Además, vivimos también en una época de gran escepticismo sobre la lucha armada y la violencia como vehículo para el cambio. Para decirlo brevemente, en la hora actual de México no se ve una situación revolucionaria.