La Jornada Semanal, 21 de abril de 1996


Entrevista con Carlos Fuentes

Nuevo tiempo mexicano

Ricardo Cayuela Gally

Entre sus actividades "secundarias", Fuentes ha demostrado ser un espléndido caricaturista (en este número ofrecemos muestras de su punzón humorístico) y un entrevistado capaz de redefinir el arte de la conversación. De los infinitos temas que ocupan la imaginación de Fuentes, Ricardo Cayuela Gally escogió los de sus libros más recientes, La frontera de cristal y Nuevo tiempo mexicano. Uno de los asuntos de la charla es la idea de frontera (antes de los brutales acontecimientos de Riverside) y su hilo conductor, la permanente renovación de la geografía imaginaria de Carlos Fuentes.



En Nuevo tiempo mexicano afirmas que la simple idea del progreso no es suficiente, que es necesaria la memoria. Qué significa progreso con memoria?

Progreso con memoria significa no entregarse a la ilusión ilustrada de que el progreso es inevitable y conlleva la felicidad. Esta idea, que es sobre todo la de Condorcet, nos ha llevado a descalabros extraordinarios. Perdimos la facultad crítica y la facultad trágica y, por esta ausencia, se coló la peor barbarie que el mundo ha conocido; la peor porque era la menos esperada, la peor porque estaba asociada con la idea de progreso, con la idea de modernidad. Me refiero a la barbarie del holocausto nazi y del Gulag estalinista. La filosofía humanista de Marx llevada a las conclusiones del Gulag y Stalin quebró la ilusión del progreso para siempre. Ello nos obliga a luchar por el progreso, sí, sin duda, pero sin perder la memoria de la barbarie posible, de la tragedia pasada. Por ello propongo un progreso crítico, un progreso con memoria.

Y aplicado al caso mexicano?

Significa recordar que tenemos un pasado, que hay una memoria política, que no podemos partir de cero. Que no es posible hacerlo con base en una serie de propuestas de progreso y desarrollo que carecen de relación alguna con la naturaleza del país, con su diversidad, con su carácter pluricultural, multirracial y, sobre todo, con la enorme brecha que existe entre pobres y ricos.

No se puede aplicar en nuestro país un programa como el neoliberal por el simple hecho de que sea bueno para otros países. Por eso fracasó el proyecto de la Independencia, basado en la idea Nescafé de producir instantáneamente una República federal, democrática y progresista, con las leyes de Francia, Inglaterra y los Estados Unidos (idea que fracasó en toda América Latina); por eso fracasó el proyecto positivista de Porfirio Díaz, y no se llevó hasta sus últimas consecuencias el único proyecto propio que hemos tenido, el de la Revolución mexicana. Fracasó el desarrollo estabilizador, y está fracasando el modelo neoliberal. Es tiempo de tener un proyecto basado en la voluntad democrática del país. Un proyecto que abarque ese mundo que describe Julieta Campos en Qué hacemos con los pobres, que es siempre el mundo olvidado, el mundo relegado, el mundo que no se toma en cuenta para los proyectos de desarrollo. Ese nuevo proyecto sólo puede nacer de la votación, de la elección, de la representación democrática. Es lo que nos falta con urgencia. Por primera vez, un proyecto de desarrollo determinado por voluntad democrática.

En Nuevo tiempo mexicano también defiendes la libertad de imaginar el pasado, qué significa esto?

El pasado es siempre una novedad. Creer que el pasado está muerto es condenarse a un futuro muerto también. El pasado está vivo, el pasado es como un libro que tomamos por primera vez. Como lo dice Borges en "Pierre Menard, autor del Quijote", el primer lector de Don Quijote es quien toma por primera vez el libro. Ahí se inaugura la novedad del Quijote.

También propones hacer compatible la "costumbre" del mundo indígena con la dinámica del cambio. Cómoconciliar el universo de la inmovilidad con el del progreso?

Yo creo que eso hay que dejárselo a los indígenas. No imponerles, de nuevo, modelos y soluciones que parten de las ciudades, de la élites urbanas o del centralismo autoritario. Quiero saber qué piensan los indios y qué quieren. Creo que en el caso de Chiapas hemos oído voces que dicen "queremos refrigeradores", "queremos lavadoras eléctricas", "queremos sanidad pública", "queremos que nuestras mujeres trabajen menos",pero también "queremos mantener nuestros valores, nuestra identidad, memoria, mitos, nuestras prácticas religiosas y políticas". Si son incompatibles estas cosas, que lo digan los indígenas; a nosotros nos toca respetarlos y pensar que hay otra modernidad aparte de la nuestra, y que ésta no es nuestro monopolio por el simple hecho de vivir en las ciudades con los valores de Occidente. Existen otros valores y es necesario dejar que se manifiesten. Hay varias "modernidades", no sólo la "nuestra".

En ese sentido, cómo valoras el discurso zapatista?

Lo valoro mucho. Desde luego, no estoy de acuerdo con todo lo que dicen ni con todo lo que hacen, pero sí creo que tuvieron la gran virtud de recordarnos lo que habíamos olvidado, de recordarnos que existe ese otro México. Se pueden discutir sus proposiciones, sus ideas políticas, etcétera, pero el hecho esencial es que se manifestaron para decirnos: "existimos, recuerden, somos parte del país". Eso me parece un dato esencial para lo que pueda ser México en el siglo XXI. Hay muchos Chiapas.

Además, creo que los indios, y no me refiero sólo a los zapatistas, aportan una serie de valores que hemos olvidado y que quizás algún día no muy lejano necesitemos, como son el sentido del rito, la vigencia de los mitos, el sentido de la muerte, e incluso cosas más modernas que las que nosotros podemos ofrecer, como es el autogobierno, realidad cotidiana en tantas de sus instancias.

Me gustaría "tramposamente" revertirte una de las interrogantes que dejas a propósito sin respuesta en el libro. Cuánta miseria soporta la democracia?

La democracia no soporta mucha miseria. El gran error del gobierno de Carlos Salinas fue pensar que se podía hacer una reforma económica sin una reforma política. La verdadera reforma económica, que es el acceso a un cierto bienestar de la mayoría de los mexicanos, nunca tendrá lugar sin democracia. Es así de fácil. Lo malo es que el gobierno actual está repitiendo el mismo error.

Del beneficio de la duda que le otorgaste al gobierno de Echeverría a la franca crítica del proyecto modernizador que empieza con De la Madrid, cuál es el balance de tu relación con estos gobiernos?

En 1968, el trauma terrible de la matanza del 2 de octubre provocó el temor de que el gobierno se orientase hacia una dictadura militar o hacia un ejercicio autoritario y represivo. Recuerdo que en una ocasión, en ese momento traumático que se vivía, Octavio Paz dijo que, si se trataba de reprimir, los militares lo hacían mejor que los civiles. Estábamos en esa tesitura y los eventos posteriores al '68, la sucesión presidencial, los hechos del Jueves de Corpus, me hicieron pensar que había que bregar por una solución mínimamente legalista, aperturista, civilizada, que nos alejase de la sudamericanización rampante del país. Por eso reaccioné a favor de que el sistema y la legalidad funcionaran y no fuesen trocados por una dictadura militar. Lo que el sistema pudo dar de sí se vio pronto que era poco, y que era necesario pasar a una reforma democrática radical como la que está en el tapete en estos días. Lo que sí suscitó mi adhesión fue la política exterior de Echeverría, su apoyo a Allende, su asilo a los exilados del Cono Sur.

Los presidentes de México pueden hacer tres cosas: salvar al país, salvar al sistema o salvarse a sí mismos. Algunos, la mayoría, quieren salvarse a sí mismos, otros quieren salvar al sistema y otros más, muy pocos, salvar al país. Quizás en otras épocas existió la confusión entre la salvación de la figura presidencial, la salvación del sistema y la del país. También existieron ciertos grupos, quizá más ilustrados que yo, que exigían ir más lejos, hacia planteamientos más radicales. Lamentablemente, éstos desembocaron en la guerrilla, que fue un descalabro terrible. La izquierda que apostó al apocalipsis, al derrumbe total, se equivocó una vez más. Fueron años de enseñanza, en que muchos llegamos a la conclusión de que era posible encontrar una vía pacífica a la democracia en México. Y en ésas estamos, yo creo. En política, se escoge, a veces se fracasa, siempre se aprende. La enseñanza de los setenta y los ochenta fue doble. No se podía confiar ni en el cambio desde dentro ni en el foco guerrillero. El país requería soluciones políticas y soluciones pacíficas. Al gobierno le incumbe garantizar un clima propicio mediante la reforma política. Si no lo hace será responsable de la violencia de los desesperados.

Qué queda de la palabra "utopía", cuál es su enseñanza, su vigencia?

La utopía funciona de dos maneras. Mira hacia al pasado y mira hacia el futuro. Es la idea de una recuperación del origen, de la bondad de una supuesta sociedad de fundación, o es la idea de una sociedad mejor, perfecta, en el futuro. Creo que ambas están hoy sujetas a crítica. La primera, porque es la gran idea romántica de recuperación de la unidad, que puede fácilmente llevarnos al totalitarismo. La segunda, porque conduce a beatificar la idea del progreso automático, con las consecuencias que ya he señalado. Yo prefiero pensar en ese politeísmo de valores que propone Max Weber. Prefiero pensar en una constante crítica y proposición de valores centrífugos, no centrípetos. Esto, por ejemplo, significa, si lo ponemos en términos literarios, la posibilidad de una multinarrativa capaz de sustituir la mononarrativa con la que el poder se ha ejercido tradicionalmente en México.

La frontera de cristal

Da la impresión de ser un libro de cuentos para que el lector arme su propia novela; el punto de unión entre los distintos cuentos es muy débil y, al mismo tiempo, insoslayable. Cuál es la intención de esta estructura abierta?

Se trata de la vieja enseñanza balzaciana del eterno retorno de los personajes. Yo creo que libros como Winesburg, Ohio de Sherwood Anderson (un libro que amo mucho, que leí a los dieciséis años y que ha tenido una gran influencia sobre mí), ofrecen al lector la posibilidad de permanecer con una historia abierta e inacabada, en la que siente que no se ha dicho la última palabra. Libros en los que sólo un perfume, una atmósfera reúne a todos los cuentos. Es el caso del Winesburg, Ohio, y de Dublineses de Joyce, en los que hay muchas menos ligas de unión entre los cuentos que en el mío. Estos libros te dejan con la sensación de haber pertenecido al mundo contenido en sus páginas, pero del que sólo te entregan una apertura, una "inconclusión" a sus propias historias. En La frontera de cristal más que buscar la unidad entre los cuentos se trata de llegar a un conjunto, sí, pero inconcluso, que te permita seguir recreando las posibilidades narrativas que involucra su propio inacabamiento. Otro ejemplo es la trilogía Azul, Blanco y Rojo de Kieslowski.

La frontera es una cicatriz, es una herida, es una separación, es una idea, qué es la frontera de México con los Estados Unidos?

Se está convirtiendo en un muro como el de Berlín, en una obscenidad. A esta frontera vital, alegre, llena de posibles aportaciones y de gente magnífica de ambos lados, la política de separación que siguen los Estados Unidos le está infligiendo una nueva herida. Esto lo simboliza un poco el personaje de La frontera de cristal (inspirado en el escritor de la vida real Aguilar Melantzon), que trepa en una motocicleta cargado de papeles con obras de autores de ambos lados, los tira al aire y los arroja al río para demostrar que no hay tal frontera cuando se trata del espíritu y la creación.

Una de las constantes del libro es el enfrentamiento evidente entre las dos culturas, pero no hay también una nueva cultura sincrética, con sus propios valores, códigos y lenguaje?

Las culturas, siempre lo he sostenido, se hacen a partir de encuentros. Las culturas aisladas están destinadas a perecer; no conozco ninguna cultura aislada que sobreviva. Todas las culturas europeas son fruto del mestizaje, del encuentro. Y las culturas del Nuevo Mundo con mayor razón. Estoy convencido de que se está creando una nueva cultura en la frontera. Una cultura que no nos debe asustar, con su fusión de valores anglosajones y latinos, y que va a darle más vitalidad a las culturas nacionales, tanto de México como de los Estados Unidos.

En tus últimos libros noto un aumento de la presencia femenina, y de los personajes contados desde la mujer. No me refiero sólo a Diana o la cazadora solitaria, sino a muchos de los cuentos de La frontera de cristal. Qué significa este cambio?

Está revelando un cambio profundo en la sociedad mexicana. La muerte de Artemio Cruz es la historia de un macho, y en La región más transparente las mujeres están vistas desde la óptica del macho, que es como eran vistas en ese momento. Desde luego, hay rebeliones. La propia mujer de Artemio Cruz tiene esa rebelión perturbadora de entregarse a él con mucha pasión en la noche y odiarlo durante el día.

Yo desciendo de mujeres muy independientes, mis dos abuelas fueron viudas tempranas. Una, sonorense, fue inspectora de escuelas durante el obregonismo y trabajó en la campaña educativa de Vasconcelos para poder criar a sus cuatro hijas. Mi otra abuela tenía una posición muy desahogada en Veracruz porque mi abuelo era director del Banco Nacional de México; al enviudar tuvo que crear una casa de huéspedes, cocinar, trabajar para sostener a su familia. De manera que provengo de mujeres independientes, pero la sociedad en la que vivía no era así. Lo que me dices me importa mucho porque estoy preparando una novela, Los años con Laura Díaz, donde el personaje central es una mujer. La novela cubre los mismos años, más o menos, que La muerte de Artemio Cruz, pero culmina en el '68, con Tlatelolco. Espero que con ella pueda dar una idea más amplia de este nuevo perfil que señalas. Desde luego, retengo el derecho que tenemos los hombres de escribir sobre las mujeres y el de las mujeres de escribir sobre los hombres. A veces se nos quiere negarlo, como si Tolstoi no hubiera tenido el derecho de construir a Ana Karenina.

En La frontera de cristal la violencia es constante e impune. Por qué esta característica?

Creo que la violencia es uno de los terribles dramas de México y de América Latina. Rómulo Gallegos habló de la violencia impune de Venezuela en Canaima, Sarmiento habla de lo mismo en el Facundo, para no hablar de Rivera y La vorágine, o de Azuela y Los de abajo. Leí hace muy pocos días La sombra del caudillo y me maravilló cómo Guzmán transforma los hechos de la violencia política mexicana en una especie de tragedia griega, implacable, con una construcción de la trama prodigiosa, en donde la violencia acaba por presentarse como una cosa fatal e inevitable. Nadie puede escapar a la violencia, ni los que quieren, como el candidato que va a presentar su renuncia al Jefe Máximo, y éste decide que sí quiere ser candidato y que debe ser liquidado. La sombra del caudillo tiene un carácter casi digno de Sófocles y pinta claramente lo que es la violencia impune. Como decía en el ciclo de conferencias "Los trabajos y los días", de febrero en El Colegio Nacional, la violencia que en América Latina siempre asociamos al campo (la barbarie agraria contra la civilización urbana que decía Sarmiento) hoy la vemos con mayor presencia en las ciudades (sin que esto signifique la desaparición de la tradicional violencia rural). Exactamente lo contrario de lo que Domingo Sarmiento hubiese considerado civilización. El Sute Cúpira se ha instalado entre un mercado y un estacionamiento y Facundo anda rondando por el periférico. La violencia urbana nos deja sin refugios, sin techos. Jeffrey Sacks, el economista de Harvard, decía hace poco que el mayor peligro que ve para el siglo XXI es que todos los actos de poder se hagan fuera de la ley, a partir de la violencia y por grupos como los del narcotráfico y otras formas del crimen organizado.

En La frontera de cristal se da la prueba clarísima de que podemos ser gobernados por fuerzas totalmente fuera de la ley. Es una visión espantosa de un futuro en el que nadie queda exento de la violencia. Muchas veces he hablado de la universalización de la violencia y de ésta como el único pasaporte a la identidad del siglo XX. Me he quedado corto.

Los problemas de la frontera van a ser un tema en la campaña electoral norteamericana. Estamos preparados para defendernos de lo ataques que, nunca mejor dicho, se avecinan?

México tiene que estar preparado, en función de su tradición y experiencia diplomáticas, para enfrentar ese desafío y muchos más. Si no lo hacemos va a ser un desastre porque vamos a estar sometidos a una presión tremenda, a una crítica constante. El problema de la respuesta diplomática es que está muy vulnerada por la situación interna del país; si no arreglamos primero nuestra propia casa, entonces sí que vamos a ser muy frágiles. Por eso me preocupa mucho que la reforma democrática se lleve a cabo. El gobierno de Zedillo tiene que entender que si no hay una reforma política vendrá una fracaso diplomático, un fracaso político y un fracaso económico. Ya no se pueden separar estos factores.

De otros tiempos y otras fronteras

Qué significa ser un radical, en el sentido del lenguaje, del dicho franco, en el país del "medio tono" y los "chingaquedito"?

Antonio Castro Leal presentó su Poesía mexicana moderna en los años cincuenta, diciendo que la poesía mexicana era de tono menor, fino y sutil. Muchos nos rebelamos en aquel momento contra semejante idea, recordando que puede ser una poesía muy violenta, una poesía que es todo menos fina, discreta y sutil. Recordemos los versos de Octavio Paz

: "Cógelas del rabo, chillen putas", en el poema "Las palabras". No sé si el destino de los escritores mexicanos es ser, con la edad, de tono fino y sutil y de actitudes chingaquedito; por lo pronto yo, a mi edad, me sigo rebelando contra la idea de lo fino, sutil, discreto y calladito. Y lamento que escritores que han significado una extraordinaria disrrupción, violencia y mal gusto creativos caigan también en la aceptación del medio tono, sutil y finito, de la literatura mexicana.

En Los testamentos traicionados Milan Kundera define las preguntas que debe hacerse un novelista hoy. Cuáles son tus preguntas?

Qué puede decir la novela que no puede decirse de ninguna otra manera? Cuál es el privilegio de la novela? Cuál es la provincia de la novela? Para mí, esto es inseparable de la potencialidad de la novela. Creo mucho en lo que dice Broch: la novela puede constituir a las otras formas del saber. La novela es género de géneros y en ella caben mestizajes, encuentros y reuniones que no se dan en ninguna otra forma literaria. La poesía, que sin duda es lo más alto de la expresión literaria, tiene finalmente la función (Mallarmé tenía razón) de darle el sentido más puro a las palabras de la tribu. El pobre novelista, como decía André Gide, está condenado a decir pendejadas del tipo: "La marquesa salió a las cinco de la tarde." La novela está condenada a mancharse con el lodo de la tribu. Su misión es la de mezclar géneros y ser un reflejo del mestizaje racial y cultural del mundo. Estamos nuevamente en un mundo migratorio, de encuentro de culturas. La propia información instantánea y masiva que caracteriza al mundo actual (que me parece muy tramposa, muy mentirosa, porque nos hace creer que tener mucha información es tener buena información, y porque significa una implosión del significado), acarrea un encuentro de razas, voces y culturas que para mí es lo que la novela recoge de una manera más definida. Don Quijote es inconcebible sin su mezcla de géneros, sin su encuentro con los mundos islámico y judío, sin las novelas que parodia, sin las novelas insertas, sin todo lo que constituye la intertextualidad y el mestizaje de esta novela fundadora.

Todavía puede ser subversiva una novela?

Creo que el género conserva esa capacidad. Paisajes después de la batalla de Juan Goytisolo tiene un poder explosivo enorme. O Larva de Julián Ríos, o las novelas de Thomas Bernhard, o las de Arno Schmidt y William Crass. Todas tienen ese carácter corrosivo, de conmoción, de poner patas pa'rriba un lenguaje, una cultura.

Cómo se logra la verosimilitud en una novela?

La verosimilitud no es realismo ni mucho menos. La verosimilitud viene de una paradoja, que es que la novela no tiene que comprobar nada pero debe ser creíble. Se puede decir todo lo que se quiera en la novela, pero se tiene que presentar de una manera en que el lector lo acepte, aun rechazándolo en cierto nivel. La novela tiene que dejar una semilla en el lector que le abra una posibilidad inesperada, inédita, de la realidad. Un gran libro es, claro, uno que transforme la conciencia del lector. Hay muchas maneras de hacerlo; una es por sorpresa, otra es por agresión, pero siempre intentando un cambio espiritual o de conciencia en los lectores.

Dentro de la diferencia que has señalado entre novelas de la saga de La Mancha y novelas de la saga Waterloo, en las primeras es mucho más difícil establecer la verosimilitud.

Mucho más difícil, pero tienen la verosimilitud que tiene la imaginación. La imaginación es una forma de la realidad. Hay libros y obras de arte que fundan la realidad mediante la imaginación. Y hay otros que la reflejan. Además, yo creo que las grandes novelas que he llamado de la tradición de Waterloo se traicionan a sí mismas y, finalmente, también crean su propia realidad. La base de la novela de La Mancha es considerarse a sí misma como génesis de la realidad; pero génesis que proviene de parodias, imitaciones, transformaciones, de lecturas previas, que es lo que le pasa a Don Quijote. Es curioso que esta influencia esté presente en la novelas realistas. Madame Bovary enloquece porque lee novelas románticas; la personaje de Jane Austen en Northanger Abbey enloquece porque lee novelas góticas y Raskolnikov enloquece porque lee la saga de Napoleón Bonaparte.

En tus novelas de la saga de Waterloo, las de corte más realista, por ejemplo Las buenas conciencias, el espejo que supuestamente refleja la realidad siempre aparece un poco distorsionado.

Siempre hay algún elemento de distorsión. Yo soy un gran creyente de la idea valleinclanesca de la estética hispánica como una estética de la distorsión. Valle-Inclán dice que la estética española sólo se concibe caminando por una galería de espejos deformes. En eso creo bastante. Y siempre trato, aun en los más realistas de mis cuentos, de introducir ese elemento perturbador o deformante.

Podrías profundizar un poco en la idea de la epifanía como una ruptura del tiempo de la novela y como realización completa en el tiempo del cuento?

Creo que es de lo más difícil de lograr. Es algo que hace brillantemente Lezama Lima en Paradiso, obra llena de esos momentos de epifanía; por ejemplo, cuando la tía baja por las escaleras y se convierte en una figura, dice Lezama, "velazqueña"; cuando el poeta Lezama logra animar las estatuas para devolverles su carne o viceversa, cuando logra que la carne se fije con tal perfección que corre el riesgo de convertirse en estatua. En la novela, existen las múltiples y famosísimas epifanías de Marcel Proust, de James Joyce, de Thomas Mann, de Hermann Broch. Esto, frente a las epifanías instantáneas de un cuento de Rulfo, Cortázar, Borges, Gogol, Chéjov o Edgar Allan Poe. La epifanía es la revelación instantánea, es la aparición que celebramos el seis de enero en el calendario cristiano. Ésa es la maravilla que puede lograr la literatura, pero rara vez se da. Es necesario tener el verdadero y gran talento literario para llegar a ella.

Una crítica que se suele hacer al conjunto de tu obra es que tus personajes tienen demasiadas ideas. Estás de acuerdo con esta afirmación?

Cuando apareció La región más transparente, el New York Times dijo que no hay en ella un solo personaje que no se presente marchando detrás con toda una caballería, con toda una infantería de historia, memorias, contextos culturales, lecturas, visiones, sueños y quién sabe cuántas cosas. Yo sí creo que hay gente que se mueve por las ideas. Existen muchas novelas con personajes de ese tipo. Quizás haya un descenso de la personificación a través de las ideas en mis últimos libros. Creo que hay un cambio en ese sentido. No renuncio a cosas que haya hecho antes, porque creo que la novela de ideas sí tiene un lugar. Hay muchos ejemplos en la novela europea y pocos, curiosamente, en la norteamericana. En la novela alemana Hermann Broch, Heimito von Doderer, Robert Musil; en la novela francesa Julien Gracq, André Malraux, autores que están constantemente empleando las ideas y dándoles ideas a sus personajes o convirtiéndolos en portavoces de sus ideas Sartre, por ejemplo. Son tantos los autores que no me siento en mala compañía, pero quizá sí haya una "depuración", en ese sentido, en mis últimos libros. Caramba, quién no quisiera llegar a la maravillosa y perfecta emoción de Rulfo!, pero eso es prácticamente inalcanzable, y yo creo que ni se puede imitar ni se va a repetir. Rulfo es el ejemplo perfecto de la poesía animando al personaje. Pero por el otro lado tenemos a Borges, inconcebible sin el manejo de ideas: en Borges hay más ideas que personajes! Rayuela de Cortázar es también una novela de ideas en casi cada una de sus líneas. Es muy difícil hacer una separación, quizás haya más bien evolución de los autores hacia un sentido u otro. Mi generación, te recuerdo, se formó con la conciencia de que el personaje "redondo", psicológico, había muerto, asesinado por la historia del siglo XX. Kafka y Beckett no pueden decirnos nada sobre sus personajes. Cómo salvar al personaje sin caer en la omnisciencia social de Balzac o en la psicología de Flaubert, pero sin condenarlo al basurero nuclear de Beckett? Yo he expresado la idea de figura: el personaje sorprendido en el momento inicial de su gestación, desnudo, a la intemperie. Terra Nostra está concebida a partir de esta poética. Además, recuerda que pertenezco a una generación que leyó mucho a Benveniste: la acción es un verbo y el personaje es un nombre.

Hablemos de la conciencia histórica de tus personajes. Por ejemplo, en La frontera de cristal uno de ellos se siente agraviado por la pérdida de los territorios del norte. No es inverosímil este "determinismo" histórico?

Todo lo contrario. Es parte de la conversación cotidiana. Yo creo que hay una idea bastante generalizada en México de la pérdida de los territorios del norte como un motivo de agravio. Es algo que aparece en las conversaciones cotidianas y no sólo en los editoriales del periódico. Mi madre habla de ello todo el tiempo! Yo tengo una voluntad muy clara, muy explícita, de ubicar a mis personajes no sólo en un contexto histórico, sino en un cruce de caminos históricos, y ver qué pasa, qué sucede con los personajes cuando el destino personal y la historia se cruzan. No soy un escritor de pequeños incidentes domésticos o de pequeños movimientos del alma, de pequeñas psicologías. Eso no me interesa; lo lamento mucho, pero a mí me interesan otras cosas.

Qué queda del "optimismo" de Cristóbal Nonato?

Pobre Cristóbal Nonato! Cuando salió la novela en México y me criticaban de exagerado, de apocalíptico, yo decía que no era una novela de profecía sino un exorcismo. Pues bueno, el exorcismo se convirtió en realidad. La realidad en México se parece cada vez más a Cristóbal Nonato con la creciente deuda, la enajenación, la falta de soberanía, la pobreza, la diferencia de clases y las ficciones políticas para hacernos creer que seguimos viviendo en el mejor de los mundos posibles. Nuestro discurso oficial es el del Dr. Pangloss. Esto no es nuevo, ha sido una característica de la novela latinoamericana: lo que ayer es novela fantástica mañana se convierte en novela realista.

Cómo vives la pérdida de la ciudad de México?

Para los que vivimos una ciudad mejor que ésta, el dolor es mayor que para las generaciones jóvenes que ya no la conocieron. Sin embargo, nosotros tenemos, por lo menos, la nostalgia, la memoria de haber vivido en una ciudad que para mí siempre será la de mis veinte años; la ciudad que podía recorrer con mis amigos y mis maestros al salir de la Facultad de Derecho, de San Ildefonso al Zócalo, a la avenida Madero, a la avenida Juárez, y de ahí por Reforma hasta nuestras casas. Todo lo podíamos hacer a pie, y si nos tardábamos un poco más era porque nos íbamos deteniendo en la librería americana de Madero, en la librería francesa de Reforma y en la librería inglesa de Villalongín. Todo esto entre encuentros con amigos, con pausas para tomar café, con conversaciones prácticamente socráticas. Había una ciudad de comunidad, una ciudad recorrible, una ciudad de encuentro. A ver quién puede recorrer a pie la avenida Juárez hoy!: baches, pestes, venta de porquerías. Se nos fue esa ciudad y cada vez estamos viviendo más en la ciudad de Metrópolis, la película de Fritz Lang. Aunque esto no es un "privilegio" de México. Hay la ciudad del penthouse, con los grandes edificios, las torres de cristal, a las que llegas en una especie de tubo de cristal, y hay la ciudad del sótano, la ciudad de los andurriales, la ciudad del lodo. Al perder la ciudad hemos perdido el sentido de la comunidad, el sentido de la civilización. Nos quedan, sin embargo, las armas de la cultura para responder. A partir de la cultura continua y rica de México quizá podamos recrear una comunidad nacional para el siglo XXI.

Con qué palabras imaginar a la ciudad de México hoy?

Sólo mediante un esfuerzo de recuperación de la ciudad del pasado. Eso lo podemos hacer. Ahí están los restos. Ya no se trata de cantar al futuro de la ciudad, se trata de medidas muy concretas, de medidas políticas, higiénicas, urbanas. Yo espero que la elección por primera vez de un alcalde para la ciudad de México abra oportunidades de plantear seriamente la renovación de la ciudad. Por el momento, parece haber una abulia administrativa, una falta de imaginación que lo único que hace es perpetuar el apocalipsis de Cristóbal Nonato, de Make-Sicko-City.

Por último, Carlos, ocho palabras para que las relaciones rápidamente, sin reflexionar, con tu obra, con tu vida:

identidad: haciéndose siempre

vocación: respiración

crítica: de todo

pasado: presente

humor: corrosivo, si es posible

memoria: indispensable para el futuro

lenguaje: creación

biografía: interrogación.