La ecuación parece obvia pero la realidad es tan diferente que hay que saludar como ``novedoso'' que las autoridades del Banco Mundial (en vísperas de su reunión con las del Fondo Monetario Internacional y con los ministros de Hacienda) destaquen que no se puede ni pensar en un crecimiento sustentable y en el desarrollo político y económico si, al mismo tiempo, no hay un importante mejoramiento social.
La así despierta sensibilidad social de los hacedores de los planes financieros macroeconómicos y fundamentalistas que ``sostienen'' a las economías como verdaderos nudos corredizos, subraya una comprobación fundamental: no es posible hacer negocios dejando a cientos de millones de personas la única opción de perecer por hambre o morir en acciones militares dictadas por la desesperación.
La referencia al caso de Chiapas es sumamente elocuente. No es posible sacarles todo a todos al mismo tiempo y es necesario conceder algo para preservar el todo, sostienen hoy los banqueros aleccionados por los chiapanecos, que desvanecieron hace más de dos años las ilusiones teológico-económicas de los tecnócratas y financieros sobre las virtudes del libre mercado, así, a secas. De ahí la conclusión del Banco Mundial de achicar en algo el billón 280 mil millones de nuevos pesos que deben los países más pobres del mundo, pues de todos modos esas deudas son irrecuperables y los gobiernos de dichas naciones tampoco pueden arrancar a sus habitantes el excedente necesario para pagar los intereses. De ahí, también, la decisión de reorientar la política neoliberal de los gobiernos para darles un mínimo de estabilidad. El Banco Mundial llama ahora a los gobiernos a tirar lastre teórico por la borda para mantener a flote la nave de la economía mediante acciones combinadas y planificadas del Estado y de la sociedad civil destinadas a reducir la pobreza extrema.
Sin embargo, los mitos tienen una gran resistencia. La responsable del Federal Reserve Bank de Estados Unidos, por ejemplo, sostiene, en nombre de la religión del libre mercado, que Europa debe desregular aún más el mercado laboral (en palabras pobres, eliminar todos los obstáculos legales y sociales al libre uso de la mano de obra, en las peores condiciones y con los salarios más bajos) y debe reducir su déficit fiscal (en otros términos, lo que queda del Estado del bienestar social: pensiones, jubilaciones, sostén a los desocupados, asistencia sanitaria pública, educación gratuita y universal,etcétera). Su propuesta para el ``desarrollo económico'' piensa sólo en un 10 o 20e por ciento de la población de los países industrializados y, por supuesto, en las cuentas bancarias de los potentes pero no tiene seguramente la menor preocupación por esa equidad social que propone ahora el Banco Mundial. Será porque en los países ricos los muy pobres son menos numerosos y no están al borde del abismo? Será porque allí el temor a la rebelión social es menor?Sea como fuere, es importante que el Banco Mundial denuncie los efectos sociales del neoliberalismo que preconiza, aunque proponga sacar agua del mar con la cucharita de las medidas y los proyectos ``solidarios''. Lo segundo, los paliativos que se proponen para la miseria creciente, cuentan menos que el reconocimiento teórico y práctico además, por sus propios autoresde que la línea impuesta es inicua e insostenible y debe ser cambiada.