Guillermo Almeyra
Italia: si gana Fini, digo es un decir

Asta altura, los dados han sido echados y el domingo por la noche verificaremos cuál es el destino inmediato de Italia. Hasta ahora, no es posible prever si ganará el Polo de la Libertad (o sea, la derecha liberticida) o el Bloque del Olivo (agrupación liberal de centro-centro-derecha que se apoya principalmente en otros vegetales, como el Partido del Roble, Partido Democrático de Izquierda, formado por la derecha y el centro del ex Partido Comunista). En efecto, todo será decidido por el abstencionismo (que favorece a los ``progresistas'', que sí votan) o por un puñado de sufragios de agrupaciones menores, como la Liga o el partido de Lamberto Dini, que ``pescarán'' en el estanque de los votos derechistas.

¿Cuáles son las perspectivas? Todo parece indicar que los llamados ``progresistas'' ganarán la mayoría en la Cámara de Senadores, mientras que la derecha podría ganar en la de Diputados gracias al voto de los jóvenes despolitizados que podrían premiar a Alianza Nacional, el partido dirigido por Gianfranco Fini, que ha fusionado a los ex fascistas del MSI con los conservadores y ex monárquicos. En tal caso, sería imposible gobernar con una línea clara y estable y se caminaría hacia un gobierno ``de unión nacional'' (de mínimo denominador común, por supuesto derechista) que modificaría el sistema electoral reduciendo el proporcionalismo y la Constitución, imponiendo un sistema presidencial más o menos rígido. También se podría marchar hacia un gobierno ``técnico'' (por supuesto, compuesto por tecnócratas del establishment liberal de derecha).

Los ``progresistas'' tienen como líder oficial a Romano Prodi, tecnócrata y financiero liberal, el primer privatizador en Italia cuando dirigió el IRI (Instituto para la Reconstrucción Industrial, paraestatal). Ellos han apoyado al gobierno de Lamberto Dini (banquero, durante 14 años alto funcionario del FMI) en sus golpes contra los inmigrantes, contra las pensiones y jubilaciones y la enseñanza y, por boca del dirigente del PDI, Massimo DÕAlema, se enorgullecen del apoyo explícito que les ha dado Bill Clinton. Por los ``progresistas'', en efecto, vota la gran finanza italiana y europea, y la gran industria (como la FIAT). Su política refleja los intereses de ese grupo, y no los de millones de obreros y sectores de clase media que quieren parar a la derecha y mantener al menos algo de las conquistas logradas desde que cayera el fascismo hace 50 años.

La derecha, en cambio, tiene detrás de sí a la pequeña y media industrias, que desean ardientemente desregularizar el mercado de trabajo, acabar con la resistencia sindical y se apoya en una polvareda social, compuesta por los sectores más conservadores de las viejas y nuevas clases medias que antes estaban unidos tras el anticomunismo y el clientelismo de la Democracia Cristiana y que hoy, ante la crisis, buscan un Salvador, un Hombre Providencial. Su política neoliberal es por lo tanto de choque, a pesar de la cobertura verbal demagógica (promete reducir los impuestos, crear centenares de miles de empleos, etc.).

Italia, por otra parte, pertenece al Grupo de los 7, aunque es su integrante más débil, y en esa calidad aplica al pie de la letra la línea neoliberal. En la Unión Europea, además, está entre los países ``de segunda'' en cuanto a la creación de una moneda única, y todos los sectores políticos (con excepción de Refundación Comunista) declaran aceptar el Tratado de Maastricht y las resoluciones de Bruselas (aunque los ``progresistas'' pidan cierto gradualismo que tenga en cuenta la debilidad peninsular).

Cualquiera sea el ganador, por lo tanto, Italia será cocinada en la salsa neoliberal, a fuego fuerte o a fuego lento. O sea, que aumentará la deslocalización (o emigración) de las industrias, la reducción del empleo, la liquidación de conquistas sociales históricas. Y, por lo tanto, o aumentará la resistencia social, a la francesa, para beneficio de Refundación Comunista (que en estas elecciones crecerá) o se irá, por el contrario, hacia un Estado liberticida, que reducirá la representación proporcional, la independencia de la justicia, el papel del Parlamento, y reforzará la figura presidencial y el Ejecutivo, concentrando los poderes y respaldando todo eso con la represión. La variante de la desmoralización y el derrumbe de la resistencia popular, en realidad, no haría más que facilitar lo anterior.

Sea como fuere, estas elecciones italianas abren una nueva fase, cualitativamente diferente a las anteriores, y esta transición mundial neoliberal seguirá afirmándose como un retroceso de la civilización o, por el contrario, encontrará la creciente resistencia de una mercancía -el trabajador- que no se deja cosificar y homologar con todas las otras