Leon Bendesky
Golpe a las expectativas

Los más recientes planteamientos oficiales con respecto al estado actual de la economía y las proyecciones de su comportamiento en el corto plazo, hicieron girar de manera notoria el estado de las expectativas en los mercados financieros. En el escenario de la VII Convención del Mercado de Valores se presentó una visión muy positiva que parece haber desbordado el optimismo de ciertos agentes económicos, tal y como podría desprenderse del descenso de las tasas de interés, de la revaluación del tipo de cambio y el alza del índice de la bolsa de valores ocurridos durante la semana.

Conforme a la visión del gobierno, la recuperación económica está ya en marcha y se asienta en bases firmes que permitirán hacerla sostenible. Esas bases están dadas por el programa económico aplicado desde principios de 1995 y con el cual deberá seguirse sin desvío alguno para garantizar la salida de la crisis. La lucha contra la inflación sigue teniendo un lugar prioritario y, así, la política monetaria se mantiene como el instrumento básico de dicho programa. Es por ello notorio que el gobernador del Banco de México haya alterado de manera significativa la previsión de la inflación para abril. Apenas a mitad del mes la fijó en 2.8 por ciento, muy por debajo del promedio de lo esperado por la mayor parte de los analistas privados dentro y fuera del país (alrededor de 3.3 por ciento). Y mientras que el producto disminuirá todavía 2.3 por ciento en el primer trimestre del año (con respecto al mismo periodo del año anterior) se proyectó un crecimiento de 5 por ciento para el segundo trimestre, aunque no hay que olvidar que esto se medirá contra una caída de 10.5 por ciento en el mismo lapso de 1995.

Pero dice mucho del entorno institucional de la economía mexicana y de la estructura de poder vigente en el país el hecho de que los anuncios oficiales logren dar un vuelco de esa magnitud en los registros del mercado. Es difícil encontrar casos en los que las visiones gubernamentales logren alterar de esta manera la situación económica. Es cierto que el análisis de las condiciones económicas que prevalecen en el país no puede limitarse a la coyuntura, pero pienso que tal vez los jefes de la Reserva Federal o del Bundesbank envidien la capacidad de influir en el entorno económico que tiene su contraparte mexicana.

Esa capacidad tiene que ver con la propia estructura del mercado financiero. Esta responde a los efectos que han tenido primero, la apertura a los movimientos internacionales de capital, segundo, la privatización bancaria y, por último, las repercusiones de las más reciente crisis económica sobre el sistema financiero.

La disminución en las tasas de interés que se ha registrado en las últimas semanas se explica técnicamente a partir de la manera en que los mercados descuentan por anticipado los efectos de la inflación. En este caso, se esperaba una alta inflación en abril y de antemano los inversionistas se habían protegido. Pero las variaciones puramente financieras dejan la posibilidad de nuevos ajustes hacia adelante que alientan la volatilidad en los mercados. Estas bajas de las tasas de interés, y sobre todo después de las presentaciones en la citada convención, parecen indicar que las autoridades financieras pactan con los intermediarios relevantes y que son solamente un puñado para revertir las presiones en el mercado. Esto es útil para aliviar la situación de los bancos que están agobiados por las carteras vencidas y reduce también los costos para los deudores. Pero el cambio en las expectativas, por relevantes que sean para guiar a ``los espíritus animales'', no puede quedarse únicamente en el terreno de las variables financieras. La estabilidad económica sólo puede fincarse en la recuperación productiva, del empleo y de los ingresos.

El comportamiento de los indicadores financieros en las últimas semanas es compatible con el logro de las metas planteadas por el programa económico para 1996. Es decir, el manejo de la política monetaria, los acuerdos institucionales para administrar las tasas de interés y el papel del sector exportador para generar un superávit comercial hacen que se reduzca la desviación con respecto a los objetivos de tener una inflación anual de 20.5 por ciento, un crecimiento del PIB de 3 por ciento y un tipo de cambio promedio de 7.70 pesos por dólar. La pregunta que subsiste es si la economía responderá de manera automática a los ajustes financieros sin que se instrumenten medidas específicas para la reordenación de la producción. El ajuste financiero por sí mismo es muy limitado, y en México pasamos ya por una experiencia muy reciente en la que el éxito macroeconómico acabó en la más severa crisis en seis décadas.