José Agustín Ortiz Pinchetti
Reformetas, reformitas y una reforma

Cada día recibimos versiones contradictorias sobre el avance o el retroceso en la negociación de la Reforma Electoral que se pretende ``definitiva''. Esto no es nuevo y no sorprende a nadie. El sistema político mexicano ha demostrado una extraordinaria capacidad de adaptación plástica a cada circunstancia política. Incluso se ha adelantado a las demandas de la sociedad y de la oposición. Esta además ha dado muestras de incapacidad para lograr una convergencia, que parece ser condición esencial para una transición hacia la democracia.

Pero cuál es el elemento clave para la capacidad de transformación del sistema? En esencia consiste en algo muy sencillo. Algunos le llaman gatopardismo. Yo le he designado como inmovilismo cambiante. Consiste en autorizar cualquier reforma a la que obligue la realidad, siempre y cuando se mantenga vigente el sistema presidencial y dominante el partido de gobierno. Además, cada cambio debe de entenderse como una ``concesión'' de la voluntad democrática y aperturista del presidente en turno.

Una característica de todas las reformas anteriores ha sido esperar hasta el último momento, es decir hasta que los plazos electorales tengan acorralados a los opositores. Demos un rápido repaso de cómo ha operado esta práctica política.

1. Adolfo López Mateos fue el último presidente de la época clásica del sistema político mexicano. No tenía oponentes efectivos. Reunía, con el apoyo abrumadoramente mayoritario de la población, los poderes constitucionales y metaconstitucionales que caracterizaban a la presidencia monárquica mexicana. Sin embargo, el ejercicio arbitrario del poder iba produciendo tensiones cada vez más intensas. La oposición estaba casi agotada. Entonces López Mateos promovió la primera reformeta: introdujo la figura de los diputados de partido. Mediante ella, los partidos minoritarios tuvieron derecho a que ``les fueran asignados'' cinco diputados, por cada 2.5 por ciento de votación que alcanzaran aunque no ganaran en forma directa ninguna curul. Se dio así oxígeno al PAN que lo merecía, pero también a otros partidos que no lo merecían en absoluto y que eran simples comparsas en el teatro electoral.

2. El gobierno de Díaz Ordaz careció de todo espíritu democrático. Después de revocar la iniciativa de Carlos Madrazo para reformar el PRI y de haber ordenado la represión del movimiento estudiantil de 1968, introdujo otra reformeta: nada menos con conceder el voto a aquellos que cumplieran 18 años. Así intentó canalizar por la vía institucional los ``anhelos juveniles'' de participación política.

3. Luis Echeverría quiso desde un principio distanciarse simbólicamente del autoritarismo y promovió la llamada ``apertura democrática''. Se acercó a algunos intelectuales progresistas y dio márgenes nuevos a algunos medios de comunicación (ni muy amplios ni a todos). Pero dejó pronto claro que no iba a permitir más apertura que la promovida por él desde la Presidencia de la República. Ordenó la represión de los estudiantes el 10 de junio de 1971 y a partir de entonces prohibió ``de hecho'' las manifestaciones en las calles de la ciudad de México durante el resto de su sexenio. En compensación produjo también su reformeta: redujo el porcentaje necesario para que los partidos minoritarios pudieran tener asientos en la Cámara de Diputados, de 2.5 por ciento a 1.5 por ciento.

4. López Portillo fue candidato único. El sistema se había vuelto aplastante. Con inteligencia don Pepe y su ilustre consejero don Jesús Reyes Heroles, enviaron al Congreso en 1977 la primera reformita: 1. se crearon en ella los diputados de representación proporcional y la oposición pudo acceder a los puestos de elección popular en un número mucho mayor que antes. 2. Se facilitó el registro como partidos de nuevas fuerzas políticas. Entre ellas el Partido Comunista. 3. Se concedió a los partidos financiamiento para asegurar su supervivencia. 4. Se crearon las asociaciones políticas. Sin embargo, la organización electoral se mantuvo en manos de la Secretaría de Gobernación. No se establecieron ni topes para los gastos de campaña ni garantías para la equidad electoral.

El objetivo era dar ``nuevo aire'' al ambiente político, con la condición de que las minorías siguieran siéndolo.

5. Miguel de la Madrid ordenó varios fraudes electorales. Particularmente escandaloso resultó el de Chihuahua en 1986. Para preparar las elecciones de 1988 y para aquietar un poco la irritación pública, promovió la segunda reformita. Esta resultó tramposa y hasta regresiva. La Secretaría de Gobernación aumentó sus facultades discrecionales en materia electoral. El gobierno y el PRI llegaron a tener una mayoría aplastante en los órganos electorales. Se estableció la llamada cláusula de gobernabilidad para garantizar al partido oficial la mayoría en la Cámara de Diputados, aunque alcanzara la mayoría absoluta de los votos en los comicios.

6. Carlos Salinas llegó al poder frente a una sociedad movilizada por el proceso de 1988. Como la agitación creció y ponía en riesgo su proyecto, promovió no una sino tres reformitas durante su sexenio. 1. En 1990 creó el Instituto Federal Electoral, con lo que sacó de la Secretaría de Gobernación la organización de las elecciones. Pero el nuevo órgano estuvo controlado de modo indirecto pero absolutamente eficaz por el presidente de la República. 2. En 1993, para compensar los fraudes, concertacesiones e interinatos que se produjeron durante la segunda mita de su gobierno, decidió afinar algunos aspectos de la legislación electoral que resultaban particularmente molestos. 3. La reforma de 1994 resultó ser la más seria, aunque no fue decisiva. Se dio por el peso del levantamiento en Chiapas, el asesinato de Colosio y el temor de que las elecciones de 1994 terminaran en un descarrilamiento general. En ella se perfeccionaron aspectos técnicos relativos a la organización electoral y se dio la mayoría de los asientos del Consejo General del IFE a seis ciudadanos independientes consensados por todos los partidos. Sin embargo, se dejó la dirección del IFE (y con ello la operación de la elección) a un priísta muy destacado. También se conservaron todas las ventajas del PRI en materia de financiamiento y accesos a los medios de comunicación.

Ninguna reformita ha atacado ciertos puntos nodales, y es de esperarse que si Ernesto Zedillo aspira a legar al país una Reforma ésta deberá incluir: 1. La total independencia de los órganos electorales del gobierno y los partidos contendientes. 2. La seguridad jurídica de una competencia equitativa entre el partido del gobierno y la oposición. 3. Que haya una efectiva proporcionalidad entre los votos emitidos y los escaños que se otorguen en las Cámaras de Diputados y Senadores. 4. Que se reduzcan el costo de las elecciones y los tiempos de los procesos. 5. Que todos los partidos políticos con presencia significativa avalen la reforma y que además cuente con el apoyo de las principales fuerzas sociales, en particular los grupos y asociaciones de ciudadanos que han tenido un papel relevante en la evolución política reciente de México. El PAN no se contenta con un cambio en la ley. Quiere también muestras de voluntad política de que se respete en los ``hechos'' a los contendientes.

Si no se dan estas condiciones, el ensayo zedillista terminará en otra reformeta o, en el mejor de los casos, en otra reformita. Un cambio para que todo siga igual.