Angeles González Gamio
Los provechos del ocio

Indudablemente son múltiples; grandes creaciones se han gestado bajo su amparo, cuántas ideas geniales no se generaron mientras su autor se mecía en una hamaca o su equivalente? Es sabido que Sócrates solía recostarse por horas, aparentemente observando el cielo o el mar, en lo que su poco amable esposa Jantipa, consideraba la peor holgazanería, y hasta la fecha se comentan con admiración sus pensamientos, que marcaron la cultura occidental.

Hace unos días acaba de terminar lo que espero haya sido un placentero periodo, dedicado a ese gozo insuperable que es no hacer nada, o exactamente lo que le plazca, sin presiones ni obligaciones. Según el caso, para algunos este disfrute consiste en realizar agitadamente deportes a actividades para las que normalmente no tiene tiempo, y para otros es no salir de la cama, ver películas, leer y lo que se le antoje o... pueda.

También hay los intermedios que hacen un poco de ambas; para ellos puede ser delicioso ir a pasear al Centro Histórico, a visitar algunos de los museos que aún tienen muchas de las excelentes exposiciones que se montaron con motivo de su Festival, que acaba de concluir, cuyo tema fue Tradición y modernidad, y desde luego a comer riquísimo.

No hay que olvidar que en estos recintos el propio edificio es una obra de arte, como sucede con el Palacio de Minería, el Postal, el Arzobispado, Bellas Artes, San Ildefonso, la antigua Casa de Moneda, el José Luis Cuevas en Santa Inés, la hermosa casona que fue la primera imprenta y el palacete de Manuel Tolsá, con su original patio oval, que aloja al Museo de San Carlos.

En todos ellos hay buenas muestras de arte, además de las que presentan fuera del Festival, lugares como la Pinacoteca Virreinal que enseña una colección privada que incluye piezas de las artes aplicadas, entre las que sobresalen pinturas y muebles en los que se pueden apreciar las técnicas y materiales utilizados por los artistas indígenas, bajo la influencia de los frailes evangelizadores.

El inmueble que acoge este museo, que permanentemente muestra pintura religiosa de los siglos XVI, XVII y XVIII, fue el convento de San Diego, que fundaron los franciscanos descalzos que arribaron a la Nueva España a fines del XVI, quienes consiguieron que se les adjudicara un vasto predio punto al ``quemadero'' de la Inquisición, que se encontraba al poniente de la Alameda.

Con el patrocinio del acaudalado minero don Mateo Mauleón, edificaron su templo y convento, concluyéndolo en 1621, bajo la advocación de san Diego de Alcalá. En los dos siguientes siglos le hicieron ampliaciones y mejoras, para finalmente en el XIX remodelarlo al estilo neoclásico.

Los frailes que lo habitaron hicieron fama en sus primeros años, por la modestia y humildad con que vivían, principalmente de las limosnas que pedían de casa en casa. Esto les atrajo simpatías y buena fortuna, que hizo que con los años fueran cediendo a la comodidad y finalmente al gran lujo.

Tras la exclaustración que llevó a cabo con notable valentía Benito Juárez, el convento con el templo, la gran huerta y un enorme atrio fueron fraccionados y vendidos. Buena parte fue destruida y se salvaron solamente la iglesia y parte del claustro, que desde 1964 alojan a la Pinacoteca Virreinal.

Al restaurarla para ese fin, se encontraron en lo que fue la capilla de la virgen de los Dolores, famosa por su belleza, dos murales que pintó Federico Cantú, de 1949 a 1954, a petición de la Secretaría de Educación Pública, como parte de un proyecto que convertiría el sitio en museo y biblioteca. Una de las obras muestra al insigne Bernardino de Sahagún, cuando es ilustrado por un natural de tierras mexicanas, sobre temas de la cultura indígena: el otro mural tiene como tema ``los ángeles músicos''.

El actual museo tiene la que es quizás la mejor colección de arte virreinal del país. Destacan varias obras del pintor Andrés de Concha, el más sobresaliente del siglo XVI. Hay también nueve buenos trabajos de Baltazar Echave Orio, muchos de ellos procedentes del antiguo retablo de Santiago Tlatelolco. Del famoso Luis Juárez está ``Oración en el huerto'' y de Alonso López de Herrera su ``Asunción de la Virgen''.

Esta espléndida Pinacoteca está muy bien situada a un lado de la Plaza de la Solidaridad, que ya recobró su dignidad tras haber estado invadida por varios años, ahora ya se puede pasear por ella, aunque todavía no esté muy hermosa pues necesita que crezcan los árboles y las flores y pueda competir con la vecina Alameda, que ahorita está especialmente bella con sus jacarandas y magnolias en plena floración.

Y allí mismo se encuentra el restaurante El Horreo, con su sabrosa y abundante comida española, que puede ser a ``la carta'' o ``corrida'' que es como para maratón, pues son cuatro platillos y postre. La decoración lo traslada a Asturias, de donde eran originarios los fundadores.