Zinoviev, el autor de Homo Sovieticus, señaló que la particularidad del sovietismo era apagar la conciencia de los oprimidos, de tal manera que no sabían quién era su enemigo. Hasta la fecha no saben reconocer a su verdadero adversario, como lo prueba el hecho de que Zyuganov, el candidato presidencial del Partido Comunista, tenga actualmente a su favor el 38 por ciento de las intenciones de votos.
Como lo escribió Alejandro Herzen, hace casi 150 años, a la hora de la abolición de la servidumbre campesina (1861), ``Rusia ha dejado una ribera del río, pero no ha llegado a la otra''. Rusia se encuentra ``nepantli''. Los pesimistas dicen que se va a ahogar o que va a volver a la banda de donde salió, y que el autoritarismo rojo o negro, o rojinegro es inevitable.
Por lo pronto, rojos y negros, los diputados de Zyuganov y los de Zhirinovski votan juntos. Ese coquetel no es realmente inédito. Stalin, el gran barman, preparaba revolturas novedosas. El inventó en 1941 la poción mágica nacional-comunista, mezcla de leninismo y ortodoxia, que podríamos llamar bloody Joseph, por la sangre que llevaba. Le dio su longevidad al poder soviético, recuperó todos los odios ancestrales, contra los judíos, contra los católicos, contra los masones, los intelectuales, etcétera... que resurgen, en una mezcla de valores socialistas e imperiales, potencial explosivo enorme, susceptible de tronar ahora que Rusia perdió su estatura de gran potencia.
En las manifestaciones de los nostálgicos ondean banderas zaristas y soviéticas, aparecen retratos de Stalin y de Nicolás II (fusilado por los bolcheviques). La Duma votó el 6 de marzo para castigar a los ''hooligans que profanan los símbolos de la historia patria la bandera roja con hoz y martillo bajo los cuales millones murieron, nuestros compatriotas, padres, tíos''. 289 a favor, 8 en contra. A los cinco minutos, una segunda votación logró 294 votos contra 3. El mismo día un diputado pidió, con motivo del 40 aniversario del informe secreto de Jrushchov contra Stalin, un minuto de silencio para los millones de víctimas de la represión. El presidente de la Duma, el comunista Selioznev, le contestó: ``no hay que alentar la pasión''. Sólo diez diputados se levantaron para el minuto de silencio. Unos días después la Duma votó (250 contra 98) una resolución proclamando la nulidad de la desaparición de la URSS. En esas tres votaciones, rojos y negros se unieron. Así que el nacional-comunismo sigue teniendo mercado.
Es normal. El gran terror (1918-1953) está muy lejos, y el despotismo (1954-1988) ha dejado buenos recuerdos para la mayoría de la población que tiene hoy más de 60 años. Su nostalgia hacia la URSS, su olvido de los malos pasados se explica por factores sicológicos universales. Pero, además, para gran parte de ellos, el régimen comunista era el resultado de su adhesión personal y voluntaria a un sistema de dominación por parte de unos y de sumisión dócil de los otros, el resultado de la aceptación inconsciente de relaciones de poder de tipo boy-scout o pandilla de muchachos, de conscriptos, pero a la escala de la URSS. Por lo mismo no hay que asombrarse si en el sistema de valores de la sociedad rusa, la fuerza y la potencia conservan el primer lugar, lo que se traduce por la nostalgia de la URSS y el progreso del chovinismo. Rusia, adentro de la URSS, tenía un papel primordial en el mundo y se creía encargada de la misión de salvar a toda la humanidad. Cómo aceptar ser una potencia de segunda, ``una Africa blanca'', ``una república bananera''? El partido comunista pretende haber encontrado la manera de viajar en el tiempo para volver hacia el ``pasado luminoso''.
Viktor Ampilov, líder a la izquierda del PC, al salir de la cárcel en mayo de 1994, anunciaba la guerra civil: ``El combate terminará con la victoria cuando será él de la patria y de todo el pueblo (...) quizá en este año mismo, quizá durará años, costará grandes sufrimientos''.
A fines de marzo (1996) el ex general Valentín Varrenikov, destituido por su participación al golpe fallido de 1991, explicó a un público de militares que no se preocuparan si el candidato presidencial comunista parecía ``resbalar hacia los valores de la socialdemocracia. El partido tiene un plan muy claro, no publicado, un Programa Máximo, para restaurar un Estado socialista, después de las elecciones''. Zyuganov se presenta como un socialdemócrata, otros hablan como bolcheviques (el ``programa máximo'' es una fórmula clásica). A quién creer? La URSS, ``país de la gran mentira'' (Ciliga) era también el imperio del ''double speak'' (Orwell).