RUTA 100: NEGOCIAR, EL CAMINO

Hace un año que el transporte de autobuses entró en crisis y que los trabajadores de Ruta 100 luchan por la recuperación de su fuente de trabajo, declarada en quiebra. A las angustias cotidianas de esas decenas de miles de personas incluidas las familias que pasan por grandes dificultades debido a la pérdida de sus ingresos se suman, desde entonces, las tensiones político-sindicales, cuyas repercusiones han rebasado el ámbito capitalino para llegar al nacional e incluso al internacional, pues la solidaridad con el Sindicato Unico de Trabajadores de Autotransportes Urbanos de Pasajeros Ruta 100 se extiende día con día y ahora hay delegaciones que irán a Ginebra, a la Organización Internacional del Trabajo y al Vaticano, a pedir la intervención del Papa.

El Distrito Federal ha vivido este año el drama colectivo de más de 10 mil trabajadores, que en todas partes piden y reciben solidaridad y que hacen constantemente marchas y manifestaciones. Al mismo tiempo, y como consecuencia de esto, el tráfico urbano, ya difícil, se ha desquiciado cuando, en cambio, podría y debería mejorar si se llegase a un arreglo con el Sutaur que permitiera racionalizar el transporte. Además, el encarcelamiento de los líderes y los procesos penales en contra de trabajadores en ejercicio de sus derechos sindicales mantienen una intolerable presión que choca contra el espíritu y la letra misma de la legislación laboral internacional que México declara reconocer.

Esta situación no puede mantenerse indefinidamente y las autoridades capitalinas han experimentado ya el fracaso de sus métodos ``duros'', de su negativa a las pláticas, de su sordera a la mediación de la Asamblea de Representantes y del intento de hacer creer a los trabajadores sindicalizados que la liquidación ofrecida por el regente se ha aceptado masivamente. No queda otro camino razonable que negociar con el sindicato una solución a este problema que pesa tan desfavorablemente sobre la imagen de México en el exterior y sobre la vida cotidiana de todos los capitalinos.

Mantener un conflicto abierto puede contribuir a descomponer la vida política del Distrito Federal en un periodo que ya es preelectoral. Por el contrario, si se considerasen con seriedad las demandas del Sutaur, como las tres concesiones que en un principio se le ofrecieron informalmente, puestos de trabajo para quienes pudieran quedar sin ubicación, liquidaciones adecuadas a quienes las requieran, la libertad de los sindicalistas presos y la revisión de los procesos contra sus miembros y dirigentes, se abriría un proceso de distensión y, al mismo tiempo, se daría un importante paso hacia un desarrollo racional del transporte urbano y se podría ayudar a reducir el número de automóviles particulares sin necesidad de dobles hoy no circulan.

La más elemental sabiduría política aconseja no alimentar con más leña el fuego vivo del descontento creciente de estos trabajadores, sino emprender el camino de las conversaciones constructivas.