En los últimos días se ha venido informando, en estas páginas, de la impunidad con que opera en Tepito la delincuencia organizada: venta de drogas, de armas de fuego y de mercancía robada, además de la proverbial fayuca que se comercializa en el barrio. Como botón de muestra, ayer fueron detenidos los miembros de una banda de contrabandistas cuando descargaban en una bodega de esa zona dos tráilers repletos de artículos electrónicos y otros productos introducidos ilegalmente en el país.
El auge del mercado negro en el barrio bravo es, sin duda, el último eslabón de una extendida cadena de actos delictivos que empieza con el secuestro de vehículos de transporte en calles y carreteras del país, con la introducción de mercancía de contrabando en el territorio nacional, o con el trasiego de drogas y armas. Es la punta del iceberg de una delincuencia organizada mucho más amplia que los comercios ilícitos tepiteños y, también, mucho más discreta.
A su vez, la existencia de tales organizaciones criminales difícilmente podría ser concebida sin una red, igualmente vasta, de corrupción en diversos niveles.
En efecto, no es fácil imaginar que tráilers completos desaparezcan sin que las corporaciones policiales sean capaces de detectarlos, ni que cientos de cajas con televisores ingresen por las fronteras sin que los vistas aduanales se den por enterados, ni que las drogas duras, como la cocaína y el crack, se ofrezcan, vendan y consuman casi a la vista de los transeúntes y que los agentes de la Procuraduría General de la República no se enteren de ello.
A su vez, la corrupción en los más bajos estamentos del poder público obligan a preguntarse sobre la existencia de un sistema vertical de complicidades, al cual no sean ajenos funcionarios de niveles medios y altos.
Seguir hasta sus orígenes la punta de la madeja que termina en Tepito es una tarea ardua pero necesaria para el saneamiento de las instituciones públicas y, en general, de la vida republicana del país. Es preciso que, en apego a la ley, a los derechos humanos y respetando en todo momento las garantías de la población tepiteña, se realice una investigación extensa y exhaustiva que permita llegar hasta el principio de las cadenas de corrupción que terminan, con casi total impunidad, en las calles de ese barrio capitalino.