Leon Bendesky
El vuelco necesario

El secretario de Hacienda señaló hace unos días que se espera una disminución del producto de 3 por ciento en el primer trimestre del año (esto con respecto al mismo periodo del año anterior). Ello confirma no sólo lo que la mayoría de los empresarios y trabajadores ya sabían, y es que no hay una recuperación efectiva de la actividad económica, sino que también reafirma las expectativas adversas a partir de las cuales los individuos y las empresas están adaptándose a la persistente condición recesiva de la economía.

Si la recuperación se dará a partir del segundo semestre, tal y como esperan todavía el gobierno y el sector privado, las condiciones prevalecientes en el país deberán alterarse significativamente para que ello se cumpla. Esto involucra no únicamente al desempeño de los mercados financieros que constituyen el ámbito más visible de las contradicciones que persisten para que resurja el crecimiento. La transformación requerida incluye el entorno económico y político general que predomina, y que no es favorable a la conformación de una nueva dinámica para la producción y el empleo.

En las semanas recientes se ha reforzado el comportamiento adverso del mercado financiero, las tasas de interés muestran un notorio incremento que las ha llevado de regreso a los niveles que tenían al principio del año, después de haber disminuído hasta la primera semana de febrero. Las expectativas de inflación y la incertidumbre en cuanto a la evolución de la economía favorecen esa tendencia y desestimulan las decisiones de inversión productiva. El retraso en el ejercicio del gasto público y los efectos de la severa caída de la demanda agregada se proyectan hacia adelante y crean un entorno que tiende a mantener las condiciones de la recesión. La inestabilidad financiera podría generar una nueva situación especulativa, como la que existió a fines del año pasado. Es cierto que esas ``burbujas'' especulativas pasan y la situación vuelve a un cierto nivel; el problema es que ese nuevo nivel representa, por las mismas condiciones de la crisis, un costo más elevado para la economía. Este elemento no puede estar fuera de las consideraciones bajo las que se administra la política económica en el país, pues representa el constante retroceso de la capacidad de acción de los diversos agentes económicos, especialmente los que no tienen una capacidad para realizar operaciones de arbitraje.

Esta desigualdad creciente en las condiciones de autoprotección de diversos grupos de la sociedad agrava los conflictos, y es por ello que el vuelco que debe darse en las condiciones generales del país es cada vez más grande. Sólo así habrá alguna posibilidad de crear el entorno para que haya realmente un crecimiento productivo y éste no acreciente las condiciones de enfrentamiento social que son cada vez más visibles.

El asunto no está, pues, solamente en las manos de los que administran la política económica, sino también en las de aquellos que están involucrados en la reforma del Estado y en la creación de un entorno político viable y legítimo para esta sociedad.

En la medida en que los acuerdos básicos para la coexistencia política se pospongan o se fuerce su implantación a partir del ejercicio de la mayoría en el Congreso, será un paso atrás ante el cual habrá que hacer un esfuerzo más grande y desgastante para recuperarse. En la medida en que la procuración de justicia, en los casos que involucran la seguridad del Estado, pero también en todos aquellos que abarcan a los individuos, siga siendo motivo de dudas y sospechas por parte de la ciudadanía, se debilitará el consenso social que permita ejercer las actividades que exige la recuperación de los niveles de vida de la población. En la medida en que sea creciente nuestro miedo ante el riesgo de la inseguridad en las calles y en las casas será más difícil concertar las voluntades para crear un proyecto de país de la talla de las aspiraciones de los mexicanos.

De ese tamaño es el desafío; la sociedad cada vez lo entiende mejor y exige un vuelco a la medida del nuevo país que queremos. Las fuerzas políticas organizadas, los grupos que detentan el poder económico y político y el Estado tienen que estar a la altura. Solo así preservaremos la integridad de esta nación.