En estos días y semanas, a punto de cumplirse 58 años de la Expropiación Petrolera, ha vuelto al plano de la discusión pública el asunto de si debe extraerse más o menos petróleo en nuestro país, y si se debe guardar en mayor o menor medida para el futuro. La realidad es bastante más compleja que esta posible disyuntiva.
Oficialmente, el 1 de enero de 1995 teníamos reservas probadas de petróleo crudo equivalentes a aproximadamente 40 años de la producción de ese energético en ese momento. A esta cantidad podemos hacerle dos tipos de consideración, en sentido opuesto entre sí. La primera cuestión es que una buena parte de ese crudo está en Chicontepec. Ahí hace años que no se perfora un solo pozo, y por razones bien definidas. El subsuelo que contiene petróleo es poco poroso, y eso implicaría que para sacar esa sustancia se necesitarían, según estimaciones oficiales de hace unos años, 16 mil pozos. Esto no sólo sería muy caro en cuanto al costo directo, sino más caro si sumamos el costo indirecto del daño causado a esas tierras de una productividad agropecuaria nada despreciable. Si no contamos las reservas de Chicontepec, quedan las equivalentes a 30 años de producción.
Por otro lado, esas reservas probadas pueden incrementarse con trabajos adicionales de exploración, que implican recursos y tiempo pero que se pueden hacer. En comparación con Inglaterra con seis años de reservas, o con Estados Unidos y Canadá con 10 años, tenemos de cualquier modo una situación ventajosa; lo contrario sucede si nos comparamos con los principales productores del Golfo Pérsico, cuyas reservas probadas oficiales son de 100 años para arriba.
En cuanto a si se están sobreexplotando los yacimientos, esa posibilidad efectivamente debe analizarse. Sí hay indicios de que hubo sobreexplotación en Chiapas-Tabasco durante el llamado auge petrolero, por la rapidez del ascenso de producción pero sobre todo por la rápida caída posterior de la capacidad productiva. En cambio, no hay evidencias similares en las zonas cuya principal explotación se dio después de ese periodo, cuando ya la producción petrolera era casi constante de un año al otro.
Es necesario también considerar que hay un proceso, del cual es difícil conocer plazos o periodos precisos, de sustitución del petróleo como energético. En un plazo corto la sustitución es sobre todo por gas natural, pero el crecimiento de los problemas ambientales y de la respuesta social ante ellos apunta al crecimiento de otras fuentes de energía, ahora poco aprovechadas. Esto hace que no puedan hacerse consideraciones absolutas sobre el asunto.
En ese contexto, el asunto de si es aceptable o no un aumento moderado en la producción, como el que hasta ahora se ha dado, no puede definirse de manera simple, con un sí o un no, pues su efecto en las reservas no es decisivo. Lo principal en este caso es el destino que se vaya a dar a los recursos. No es aceptable un aumento en la extracción de un recurso no renovable como el petróleo para pagar deudas y sin creación de riqueza para el país. Pero no sólo es aceptable sino positivo si se destinan los recursos a crear riqueza permanente: industrialización, creación de fuentes de empleo productivas y permanentes, etcétera.
Es más. Un funcionario del Instituto Mexicano del Petróleo estimó, en la audiencia pública final sobre petroquímica convocada por la subcomisión respectiva de la Comisión de Energéticos de la Cámara de Diputados, que se requieren mil millones de dólares para modernizar cabalmente la petroquímica de Pemex, incluyendo el ensamble y puesta en marcha de dos plantas que ahora están en cajas. Con esta inversión no tendría ningún sentido ni pretexto vender esa petroquímica al mejor postor. Con los 200 mil barriles diarios adicionales de la meta anunciada, en un año se obtienen esos mil millones de dólares, y no sólo se preserva ese patrimonio de la Nación sino se le llevaría a mejores niveles de productividad y eficiencia. No sólo se evita la pérdida masiva de empleos ligada a la privatización, sino que se generan nuevos empleos en las dos nuevas plantas. Lo que sí resultaría incongruente e inaceptable sería aumentar el ingreso petrolero sin darle usos positivos como el mencionado.