La Jornada 8 de marzo de 1996

Al menos 5 de las víctimas fueron rematadas, según nuevos indicios

Blanche Petrich El cotejo del primer video divulgado sobre los hechos de Aguas Blancas (editado y al parecer trucado), la filmación completa transmitida recientemente en el Canal 2 y las aportaciones de los testigos sobrevivientes arrojan nuevas evidencias de que al menos cinco de las víctimas fueron rematadas con un tiro de gracia o ejecutadas después de ser sometidas por los policías que efectuaron la matanza.

El caso más evidente es el de Anacleto Ahuehueteco. En el minuto 17 de la videograbación íntegra de ese fatídico 28 de junio, cuando ya ha concluido la balacera intensa en contra de los pasajeros de la camioneta azul, se ve a un hombre de aproximadamente 50 años que obedeciendo las órdenes de los policías baja sin ayuda por la parte trasera del vehículo.

Lleva la camisa, la nuca y los brazos ensangrentados, como si alguien se hubiera desangrado encima de él. Aparentemente está ileso y camina con las manos en alto.

Cuenta Régulo Reséndiz, uno de los sobrevivientes: ``Cuando los policías dieron la orden de que se bajaran los que todavía vivían adentro del camión Anacleto se sintió bueno, alcanzó a bajar. Sólo tenía un rozón en la frente. Se tiró entre los heridos, pero luego apareció muerto. Por eso pensamos que lo remataron''.

En efecto, el cadáver de Ahuehueteco Coyote, de 48 años y natural de Atoyaquillo, presentó dos tiros, uno en la sien izquierda y otro en el tórax, con trayectoria ``ligeramente de abajo hacia arriba'', según la autopsia contenida en la recomendación 104/95 de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, del 14 de agosto.

Según versiones de varios sobrevivientes, cuando los policías ``separaron'' a los heridos de los muertos y subieron a los primeros a ambulancias para trasladarlos a Acapulco, el señor Anacleto todavía vivía.

El colmo: posteriormente, cuando los policías alteraron la escena de la matanza, al cadáver de Ahuehueteco le ``sembraron'' un arma, lo mismo que a otras tres víctimas. Al respecto, la CNDH señaló en agosto que ``por la lesión cerebral que presenta y por la posición que se observó de sus dedos pulgar, índice y medio, ésta no es típica de maniobras de disparo''.

Otro de los ejecutados, Efraín Vargas (identificado al principio, erróneamente, como Taurino Avilés Arroyo), a quien en ambos videos se le ve desarmado, sometido violentamente y ejecutado cuando está arrodillado, también apareció ya muerto, en fotografías posteriores, con un arma en la mano.

Junto con este caso, los de Fabián Gallardo, Efraín Vargas Sabayo y Florente Rafael Ventura -estos dos sometidos primero a golpes y muertos después-, Daniel López Castañeda y Gregorio Analco Tabares, tendrán que ser revisados y reconstruidos a la luz de las nuevas evidencias por los magistrados de la Suprema Corte de Justicia encargados de la revisión de la matanza del 28 de junio de 1995.

``Vi cómo acabaron a Fabián''

Régulo Reséndiz, uno de los sobrevivientes, nunca fue interrogado por la Fiscalía Especial de Alejandro Varela Vidales, ``porque no dieron pie''. Pero ahora está dispuesto a que los interroguen los nuevos investigadores. Relata lo siguiente a La Jornada:

``Yo iba en la esquina delantera izquierda de la caja de la camioneta. Cuando los policías nos marcaron el alto, ya estaban cortando cartucho. Todavía pude preguntarle a un comandante que qué pasaba. Con palabras sonantes me ordenó tirar el machete. Pero no dieron tiempo para hacer una revisión normal. Antes de que sonaran los primeros tiros pude saltar al piso. La mayoría que logramos saltar nos salvamos. Fuimos seis o siete. Yo no me quería tirar a la zanja para ver. Trataba de mantener la cabeza por encima. Pero luego se vino la cerrazón dura. Pensé: ora sí se va a poner fuerte. Ahí sí me bajé lo más que pude.

``Casi todos disparaban, unos de uniforme y otros de civil. Del que más me acuerdo era de uno con pistola, de camisa blanca, que se apostaba detrás de la portezuela de la camioneta blanca de la Judicial del estado que estaba estacionada más adelante.

``Cuando terminó el primer cerrón de tiros miré a cuatro muertos así, cerca de mí. Fabián Gallardo estaba un poco más atrás, debajo del camión, entre la llanta delantera y la trasera. Estaba vivo, sin herida. Traía una navajita, de esas con estuche, al cinto. Un uniformado se acercó y le dice: `ah, este cabrón trai con qué'. Se agachó, le quitó la navaja y al levantarse le disparó varias veces. Fabián ya ni se movió. El uniformado lo levantó así un poco y lo dejó caer. Ya estaba bien muerto''.

La CNDH registra que en la autopsia hecha a Gallardo García, éste presenta tres disparos: al lado del cuello, en la espalda y en el antebrazo.

Es, según la reconstrucción que hace Régulo Reséndiz, el único que murió entre los que alcanzaron a refugiarse debajo del vehículo. A él también le ``sembraron'' un arma a pesar de que, según la autopsia, el disparo en la columna vertebral le produjo lo que se llama una parálisis flácida que le hubiera impedido sostener un arma, mucho menos usarla.

Desde la posición en la que quedó Reséndiz durante la matanza, delante del camión en la zanja del lado derecho de la pantalla, según se aprecia en el video, este joven de 29 años, original de Atoyaquillo y militante de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, pudo observar con claridad lo que ocurrió adelante de la camioneta antes de lo que llama ``el primer cerrón''.

Narra: ``Vi cómo ultimaron sin deberla a Efraín Vargas y a Daniel López. Ellos iban en la tabla de atrás de la camioneta, así que cuando nos pararon se les hizo fácil saltar y caminar hacia adelante. Efraín no se quería tirar al piso, creo que no pensó que las cosas se iban a poner así de tensas. Entonces lo empezaron a jalonear. Al mismo tiempo jalonearon a Daniel. En un ratito los hincaron a los dos y allí mismo los mataron. Ya con ellos muertos empezó el primer cerrón''.

Esta escena transcurre en el minuto seis del video íntegro. Por el impacto de los disparos a quemarropa, se ve volar el sombrero de palma de Efraín.

El testimonio de Reséndiz coincide con el de Marino Sánchez Flores, un dirigente de la OCSS que viajaba en el vehículo rojo que fue detenido momentos antes que el azul. El vio la escena de frente. En el video de 18 minutos se observa cuando Marino se tiende pecho a tierra y trata de mantener erguida la cabeza. Pero un uniformado le propina una patada para obligarlo a mirar al piso.

Con base en el primer video (editado) la CNDH logró identificar al comandante de la Policía Judicial, Gustavo Vargas, como uno de los agentes que cometen estas ejecuciones.

Además de ese testimonio de lo que la CNDH denomina como ``ejecuciones sumarias'' de Vargas Sabayo -a quien también le ``aparece'' un arma en la mano después de muerto-, Marino Flores Sánchez identifica otro caso de remate:

``Yo vi cuando le ordenaban a Florente Rafael Ventura, que se bajara de la camioneta cuando ya habían terminado de tirar. Llevaba un balazo en la cintura, pero todavía iba bueno y podía caminar. En el momento en que bajó, le dispararon los policías para acabarlo de rematar'', explica.

Su autopsia registra tres heridas de bala: una en el brazo, otra en la parte superior de la espalda, cerca de la axila derecha, y otra en el costado.

Cabe recordar que en la recomendación de la CNDH, se pone en duda la exactitud y veracidad de las autopsias, por carencias y errores técnicos, confusiones y descripciones insuficientes. El dictamen forense de Ventura, es precisamente uno de los más deficientes. La Comisión recomendó destituir a los médicos forenses.

También faltan por resolver muchas incógnitas en torno a la muerte de Gregorio Analco Tabares, de quien la CNDH dijo que tenía dos balazos en los glúteos y después se reportó que había fallecido a causa de una hemorragia provocada por un proyectil de arma de fuego disparada a menos de 75 centímetros de distancia del cuello, que le afectó la yugular y la carótida.

Sobre la muerte de Florente, Régulo Reséndiz ofrece otra versión.

Aprendan de este ejemplo

``Florente y yo fuimos de los que saltamos primero. Ya que nos tiramos en la cuneta, él quedó arriba. Como estaba un poco gordito, no se podía acomodar bien. En el segundo cerrón de tiros, nos dispararon a los que estábamos en la cuneta, para que no anduviéramos de mirones. Yo sentí las balas sobre mi pelo y los terrones en la cara. Hasta que Florente me dice: `compadre, ya me dieron'. Pues cúbrase bien, le digo.

``Un señor de Paso Real, Apolonio Romero Nava, me contó lo que pasó con él. Después del segundo cerrón de tiros, a los ilesos nos mandaron de regreso por donde veníamos, a pie. De casi 60 que íbamos, sólo quedamos unos 20. Nos decían los judiciales: `Orale, váyanse a sembrar su maíz, hijos de la chingada. Y aprendan de este ejemplo, por andar de pendejos creyendo en cabrones que no trabajan', nos decían.

``Ya que nos fuimos, separaron a los muertos de los heridos. Les dijeron que los iban a curar. Los metieron encimados en dos ambulancias. Florente iba muy apachurrado, entre el amontonamiento. Déjenme sentarme para respirar, les pedía. Su paisano Apolonio, lo llevaba abrazado, ayudándolo. Llegó vivo a Coyuca. Pero antes de llegar a Acapulco, allá por Mozimba, le dijo a Apolonio: `Yo hasta aquí, compañero'. Y se le murió en los brazos. Murió por el maltrato''.